Orlando Daniel Hernández
Siguen ahí al acecho, como si fueran celosos vigilantes de una parte de la ciudad.
Su vuelo en círculo es evidente y muestran sus grandes alas que se despliegan durante sus recorridos a gran altura.
Se trata de la colonia de buitres o zopilotes que desde décadas atrás se mantienen incólumes en los viejos robles sobre el inicio de la Calzada del Panteón.
Estas aves que sobrevuelan osamentas, animales muertos o cuerpos en descomposición, se han convertido en un pasaje diario de la ciudad.
Asociados con la muerte o vibras negativas, los zopilotes ayudan al ecosistema a limpiarlo de animales muertos que desprenden fétidos olores.
Pero lo más lo significativo para algunos es que los asocian con la muerte al estar prácticamente al pie de la entrada al Panteón Municipal.