Rueda de Molino
Jorge Hidalgo Lugo
Enfrascado en la discursiva patriotera que con que busca ser el héroe de Macuspana que pasara a la gloria por haberse enfrentado al intervencionismo estadunidense -y recibir loas por comandar al ejército nacional cuyas armas fueran exhibidas en un museo al estilo de la dictadura de mediocres que hoy vivimos-, Andrés Manuel López Obrador recibió un espaldarazo inesperado por Donald Trump quien lo calificó como “un socialista” pero “buena gente” con lo que desarticuló su encendido ataque mediático contra el Partido Republicano al que le declaró la guerra desde Palacio Nacional.
Con las mismas artimañas de siempre que le dan resultado para distraer la atención del populacho que lo venera y sigue con fidelidad canina, el nada humilde personaje que vive rodeado de lujos y comodidades muy distantes a la pobreza franciscana que recomienda a su feligresía, deberá ahora buscar nuevos blancos para dirigir los ataques mediáticos, una vez que el enemigo extranjero ya sacó bandera blanca en esta infame guerra de declaraciones.
Esto porque López Obrador ya no tendrá el pretexto y alardear que puede convencer a sus feligreses allende la frontera para que voten en contra de los republicanos, una vez que su “amigo” el ex presidente de los Estados Unidos, habló linduras de la personalidad del tabasqueño, ante miembros de ese mismo partido al que amagaba con derrotar en las urnas con sólo invocar a sus paisanos y de quien reconoció como un “socialista… pero algún defecto debe tener”.
Y sí, en efecto, es el mismo personaje fatuo, arbitrario y socarrón, que se burló no hace mucho de haberlo “doblado” cuando militarizó la frontera y lo hizo contener a los migrantes que amagaban con cruzar la frontera, en esa sí, invasión de latinoamericanos que buscaban refugio en suelo estadunidense.
El hecho es que mientras tuvo cuerda para plagar las mañaneras de ese encendido discurso anti yankee, López Obrador recibía en la trastienda también a representantes congresistas y al mismísimo embajador Ken Salazar, dejando a flote su bipolaridad pero sobre todo, propiciar el derrumbe de su falsa belicosidad con que buscó ganar más adeptos como falso prócer, y quedar únicamente con la distinción de ser cabeza visible de esos sicarios de la democracia que acechan en espera de actuar contra enemigos, esos sí, de carne y hueso, con el apoyo de sus narco aliados.
Así de un plumazo se acabó la amenaza de ver surgir submarinos con invasores a bordo emergiendo entre trajineras de las aguas en los canales de Xochimilco o del no menos legendario lago de Chapultepec.
Tampoco será posible ver jets de guerra aterrizando en la central avionera de las Tlayudas, lo que podría haber servido por igual para darle alguna utilidad, hasta hoy ausente, a la obra faraónica del opresor fantasioso y con tendencia a declararse en pie de lucha al invocar el “mas si osaré un extraño enemigo”, echando por delante eso sí, a miles de ilusos, prófugos del ácido fólico, que hoy lo ensalzan hasta la ignominia.
De esta forma y una vez sofocada la invasión estadunidense que se ideó en las catacumbas palaciegas donde el obradorismo cocina sus engañifas a explotar ante sus solovinos, lo único que no cambia es el crecimiento del crimen organizado y su sangriento paso en perjuicio de los mexicanos, por lo que siguen extendiéndose recomendaciones en el extranjero para alertar a sus conciudadanos se abstengan de visitar México, convertido como está, en uno de los países más peligrosos del mundo, según sus propias estadísticas de criminalidad que en nada nos favorecen.
Peor aún, que sean Estados hoy en manos de Morena, los que predominen en el mapa con ese estigma de peligrosidad para los visitantes extranjeros, quienes encabecen listados ante el relajamiento que prevalece en el combate al crimen organizado.
Producto precisamente de la creciente especulación que son entidades en manos de grupos delincuenciales como pago por los favores prestados en su momento, para ganar elecciones de manera fraudulenta y bajo el imperio del terror, con amenazas e intimidaciones sembradas entre los votantes.
Por eso no sorprende que sean Colima, Guerrero, Michoacán, Sinaloa, Sonora, Tamaulipas y Zacatecas, entre otros, los que estigmatizados por su criminalidad prevaleciente y fuera de control oficial, estén en la cima del listado.
Aunque eso sí, nos debe confortar y hasta hacer que se hinchen nuestros pechos por el orgullo y satisfacción que sea López Obrador quien salga a desmentir tales señalamientos con lances mediáticos surgidos de su visceral óptica, ajeno a toda realidad y acuse que hay más “inseguridad en los Estados Unidos que en México”.
Porque ya con eso estamos del otro lado. Con ese lance sin duda alguna, los narco aliados de Morena van a dar tregua y hasta de ser necesario, serían los que se formarían en primera fila al frente de los batallones nacionales para contener, ellos sí con inteligencia militar y organización castrense insuperable, a los extraños enemigos que nos quieran mancillar el suelo patrio, una vez que escuchen el llamado al chasquido de dedos que les haga el vecino del zócalo capitalino.
Mientras esa guerra aterriza, el baño de sangre continúa y las acciones ilícitas a las que da pauta la permisibilidad basada en los abrazos y no balazos, aumenta en contra de civiles que como en Morelia, ahora son horrorizados testigos del narco terrorismo que comienza a expandirse ante la complaciente actitud de Morena y sus gobiernos estatal y federal.
Todo en el marco de un crecimiento constante que acusa el alcalde de la capital michoacana Alfonso Martínez Alcázar y que provoca marcada alarma para las prospectivas morenistas, apanicados por contener a como dé lugar, la ascendente aceptación que tiene entre sus gobernados y qué mejor recibir el auxilio de los narcoaliados para generar estos escenarios, y de inmediato acusar de ello al gobierno municipal de proporcionar una deficiente seguridad a sus gobernados.
Escenario que pudiera rayar en la perversidad política, al dañar a terceros con inducción a los criminales, esos grupos a los que se les da manga ancha en el dejar hacer, dejar pasar, para minar la fortaleza del adversario político.
Esto ya quedó evidenciado con toda amplitud, al difundirse un mal redactado boletín de prensa donde Anabet Franco Carrizales, coordinadora del grupo parlamentario de Morena en el Congreso del Estado y presidenta de la Junta de Coordinación Política, reprobó “la fallida estrategia implementada por el ayuntamiento para contrarrestar la problemática delincuencial que se vive en Morelia, luego de evidenciar que la capital vive su peor crisis en la incidencia de delitos como robos y homicidios”.
Igual que en Palacio Nacional, acusar al de enfrente como estrategia para evadir la responsabilidad propia, aquí fue aplicada.
Porque a la abigarrada y no menos oportunista “defensora de Morelia”, se le olvidó señalar que ni Estado y mucho menos Federación en poder de Morena, hacen absolutamente nada para devolver la paz y tranquilidad perdida en Michoacán.
Pretende ignorar que gracias a sus omisiones y siniestra permisividad, los aliados criminales gozan de absoluta impunidad para hacer y deshacer, como lanzar gasolina y bombas molotov a inmuebles cuyos propietarios se niegan a pagar extorsiones.
Víctimas silenciosas que viven atemorizadas de ser una estadística más en el ejecutómetro estatal, que también es timbre de orgillo en el paraíso morenista.
“El gobierno capitalino sigue demostrando que no puede con la crisis de seguridad que se vive en Morelia, lo vimos hace unos días, cuando grupos de la delincuencia quemaron tres centros nocturnos ubicados al sur de la ciudad, ante la mirada omisa de las autoridades municipales”, se festinó la diputada representante del distrito de Huetamo y a quien utilizaron para esta exaltación en contra de un edil adversario a sus colores.
Un alcalde, cuyo único pecado ha sido ser más popular y estar mejor calificado que el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, que el presidente Andrés Manuel López Obrador y lo peor, no doblegarse para entregar recursos de la comuna al Estado, para que los mal utilice en ese inoperante fideicomiso inventado en esta administración, presuntamente con el que se iba a acabar con la delincuencia y que se conoce como Fondo para el Fortalecimiento para la Paz, que hoy día ha servido para lo que se le unta al queso.
Vale…