Jaime Darío Oseguera
La Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo es el Alma Mater de Michoacán. A través de la Universidad Michoacana se han generado los principales movimientos sociales, políticos y culturales de la entidad. Está indisolublemente ligada a la esencia progresista del estado.
Ese fue el concepto original desde mediados del Siglo XVI, hace casi quinientos años, cuando se fundó el Primitivo Colegio de San Nicolás Obispo. Desde ese estatuto primigenio hasta la fecha, nuestra Universidad ha cumplido al transformar la realidad mediante la difusión del conocimiento, la promoción de la cultura, privilegiando el pensamiento universal, crítico, el impulso a la investigación y el compromiso con la educación democrática.
Desde sus inicios con Don Vasco de Quiroga o en la época aciaga de la revolución de independencia, la Universidad fue el proveedor de la vitalidad intelectual necesaria para mover el motor de la historia, tanto a través de los personajes como de las ideas.
A consecuencia de la importancia de la UMSNH se erigió y consolidó un sistema de educación pública y privada en todos los niveles en la entidad. No es petulancia ni menosprecio para otras instituciones, pero la Universidad Michoacana ha sido la proa de la nave educativa y como tal se le reconoce a nivel nacional.
Por eso y mucho más es importante lo que le suceda. De su evolución depende gran parte del futuro educativo en nuestro entorno.
¿Qué queremos de la Universidad Michoacana? O tal vez hay que plantearlo de otra manera, ¿Qué necesita la Universidad Michoacana de cara al futuro?
Lo que se ha dicho en los medios respecto de la reforma que se acaba de aprobar, es que a la Universidad se le asigne al menos el 4.5% del presupuesto para el Estado. Esperemos que no quede en letra muerta. Hay rubros donde las buenas intenciones y recomendaciones legales siempre se miden por porcentajes de dinero que no necesariamente llegan a su destino.
También se estableció en ley que el presupuesto asignado a través del Estado cada año tiene que ser mayor. Es un compromiso llevado a Ley que deberán respetar y honrar los legisladores independientemente de su convicción o compromiso universitario.
El gran tema para la Universidad es la proyección a futuro. Es difícil establecer estrategias de crecimiento si no hay claridad en los recursos. Eso no tiene ninguna ciencia, pero es absolutamente necesario tener garantizado el financiamiento de una escuela pública.
Tal vez valga la pena también discutir la manera en que la universidad debería vender servicios a particulares que se beneficien del conocimiento o productos de sus aulas. Si bien es cierto que no es el fin primordial, la Universidad deberá cobrar a suficiencia por asesorías que apoyen a empresas y actividades económicas que le requieran como lo hacen muchas instituciones en el mundo.
En el fondo el problema financiero encuentra su gran nudo en el sistema de pensiones en el que parece por fin se ha planteado una solución. De ninguna manera es una cuestión exclusiva de la Universidad Michoacana; en general todos los sistemas de pensiones y no sólo los de las universidades sino de la gran mayoría de las instituciones públicas pasan por momentos delicados y algunos definitivamente están colapsando, al aumentar la esperanza media de vida de los beneficiarios.
Es el pago de derechos adquiridos que no se puede ni debe evitar. Se sabe poco hacia fuera, pero la inteligencia de los universitarios deberá exhibirse para diseñar un sistema de pensiones para quienes ingresen en lo sucesivo y garantizar sin pretexto el derecho de quienes dieron su trabajo y su vida en las labores académicas y administrativas de la universidad.
Es de llamar la atención esta idea que tienen algunos de confundir autonomía con democracia interna, discusión que es también motivo de la iniciativa.
La universidad es autónoma en la medida en que su régimen interno no depende de alguna instancia de gobierno avasallando y cohibiendo su función. La autonomía tiene que ver con el desarrollo de proyectos, con la independencia de las ideas. Es una cualidad que define el carácter universalista de la Universidad.
La autonomía obliga al laicismo y al respeto de las orientaciones religiosas de los integrantes de la comunidad. Es un atributo que garantiza que no haya dogmas. El único dogma es la búsqueda de la sabiduría y el respeto por las diferentes formas de pensar.
La falta de autonomía fue sinónimo de injerencia gubernamental en las decisiones internas y por eso se confunde indebidamente la condición cualitativa de la autonomía con el proceso interno de selección de los órganos de gobierno universitario.
Dicho de otra manera, hay que entregar a los universitarios la decisión de sus autoridades, pero se tendría que evitar al máximo este desastre que se convierte la universidad al elevarla al campo de batalla electoral.
Es una vergüenza que las Facultades se vuelquen a realizar procesos electorales para hacer ganar a tal o cual aspirante. No es esa su esencia. Se reparte dinero y se realizan mítines que distorsionan la función primordial del espacio educativo. Si es cierto, hay que formar individuos críticos de su entorno, participativos, conscientes de sí y su función; no queremos autómatas ni borregos, pero es un error distraer a los estudiantes de las escuelas en procesos electorales plagados de irregularidades, quejas, sobornos, venta de calificaciones, prebendas y otros fenómenos que deberían ser ajenos de la universidad.
La calidad democrática de la Universidad reside en su capacidad de tolerancia, su ejercicio crítico y en la obligación de aceptar el debate de las ideas y la confluencia de las ideologías privilegiando el apego al conocimiento científico.
Es una institución pública, gratuita para los que no tienen recursos y que requiere manejarse por sus propios miembros, para que siga siendo abierta a todas las formas de conocimiento. Ojalá que lo aprobado sea en realidad lo que se necesita.