Jaime Darío Oseguera
¿En qué consiste el proceso democrático? Es una de las preguntas que le dan contenido al estudio académico de los sistemas políticos.
Por definición la Ciencia Política se encarga de analizar cómo se reparte el poder. Los elementos del mismo, su funcionamiento y las instituciones a través de las cuales se ejerce.
La Teoría del Estado nos revela una realidad poco controvertible. Las sociedades modernas se han diversificado de manera tal que hoy son un mosaico de opiniones, posiciones, y preferencias.
La urbanización derivada de los procesos de crecimiento de mediados del Siglo XX, el crecimiento demográfico, el aumento paulatino de las tasas de escolaridad, fueron factores para el advenimiento de una clase media pujante que, se hizo consciente de sus opiniones y derechos, ejerciéndolos en un ambiente de cierta apertura.
La crisis económica permanente de nuestros países, la pobreza, marginación, violencia, migración y otros fenómenos del subdesarrollo, provocaron la politización de todos los ámbitos de la vida pública. Las universidades y sindicatos de manera específica nutrieron de activismo y opiniones diversas a los partidos políticos.
En México, la tardía, lenta, pero inevitable apertura de los medios de comunicación, así como la eventual e inacabada democratización de los monopolios televisivos y radiofónicos, coincidió con la irrupción de las redes sociales que provocaron el nacimiento de múltiples identidades, posiciones y preferencias políticas.
Todos estos elementos han configurado nuestra pluralidad. El pensamiento diverso es una característica de las sociedades abiertas, siempre preferidas contra las visiones únicas o a los dogmas. Somos sociedades plurales.
Manipulables en muchos ámbitos, desinformadas en grado importante, pero con expresiones y formas de pensamiento que se hacen públicas sin mayor restricción ni censura y que eventualmente permean en las comunidades, grupos, tribus que se distinguen también entre ciudades y regiones en el país o inclusive al interior de cada estado.
Esta multiplicidad de versiones, visiones y opiniones suponen sectores o grupos que compiten legítimamente por el poder. Es una consecuencia de la pluralidad; también es su condición. Por eso subsisten los partidos políticos, aún estando tan vilipendiados. Son las entidades más desprestigiadas ante la opinión ciudadana, pero no hemos encontrado la manera de sustituirlos por un esquema o diseño político que permita la competencia legítima por el poder bajo parámetros de control y legalidad.
En resumen, son un mal necesario para las democracias. Nadie dijo que tenían que ser buenos, pero en la actualidad brillan por su nocividad. Caros y perniciosos, son el menos malo de los métodos que nos hemos diseñado para el reparto del conflicto.
Este tipo de sistema supone competencia. Los sistemas electorales están diseñados para que haya competición entre partidos que proponen individuos, quienes salen al público a pedir el voto para ser elegidos. En nuestro sistema gana el que tiene la mayoría de los votos.
No es como en otros países donde al ganador de las elecciones presidenciales por ejemplo, se le exige obtener la mitad más uno de los votos, asumiendo que esa mayoría los reviste de legitimidad.
Así sucede en Francia o en Argentina donde el ganador de la elección debe tener la mitad más uno de los votos para ser electo al gobierno. De no ser así, entonces hay una “segunda vuelta”.
En otros países como España, la elección se hace por listas, al Parlamento. El ciudadano vota y al partido se le asigna el porcentaje de votación que le corresponde en la Asamblea y ahí se hace el gobierno, de entre las fuerzas políticas que en conjunto tengan la mayoría simple: mitad más uno.
Sin oposición no funciona el sistema. Todo esto requiere competencia. Hoy lo que tenemos es incompetencia. La oposición desapareció en México. Las camarillas de gánsteres que dirigen tanto al PRI como al PAN tienen la notoria consigna de borrar del mapa cualquier tipo de oposición. En lo sucesivo serán testimoniales. Cortesanos. Vivirán de la rapiña. Se ven felices en su papel de esquiroles. Mercenarios.
Entonces hay que observar al interior del gobierno, ahí surgirá la oposición. Igual que en el viejo régimen, la verdadera lucha será interna. Casi siempre se abre la dicotomía entre moderados y radicales. De los dos bandos hay botones ejemplares. La virtud del manejo político en el próximo gobierno, será ver hacia donde se inclina la balanza doméstica porque al exterior no hay oposición.
Acaso por eso están peleando tanto la perniciosa idea de la sobre representación que es una desvirtud del sistema. Es un defecto derivado de los apetitos de poder y de la incapacidad de formar gobiernos de coalición. Debería funcionar de manera muy sencilla: después del conteo de los diputados que haya obtenido cada fuerza política en los trescientos distritos de elección directa, deberá haber una lista previamente registrada, a partir de la cual se le asignen a cada partido los diputados que correspondan con el porcentaje obtenido en la votación.
Si por ejemplo un partido obtiene el 20% de los votos, pero ganaron solamente 15% de los distritos, entonces se le deberá asignar un cinco por ciento de la lista para que corresponda a su votación. Es más, ni siquiera de una lista establecida por las élites; deberían ser seleccionados de entre aquellos candidatos que contendieron y quienes, sin haber ganado, obtuvieron las mejores votaciones de su partido. Los mejores segundos lugares.
Ese hipotético cinco por ciento de los mejores segundos lugares, cumplirían con el principio democrático de que cada partido tenga el número de escaños correspondiente a su votación y además desaparecerían las abominables, nocivas y perniciosas listas plurinominales que asignan lugares a los vividores que no juegan nunca una elección.
Ahí debería estar concentrada la discusión de una reforma política. Pero no hay oposición. Ahora están en el poder.