San Juanico, 40 años después

Sergio Cortés Eslava

Hace 40 años, el 19 de noviembre de 1984, aún en la Escuela de Periodismo Carlos Septien García, reportero en El Sol de México, me tocó acudir a San Juan Ixhuatepec, a San Juanico.

La planta de gas de Pemex había explotado y había acabado con el pueblo.

Llegamos con nuestros equipos fotográficos y ya estaba el cerco militar, sin dar acceso a los reporteros.

Desesperados, buscábamos la forma de ingresar a ese infierno del cual aún no se sabía su magnitud.

Los únicos que ingresaban eran camiones militares, de Protección Civil, ambulancias, bomberos y pipas de agua.

De hecho, una pipa de agua fue nuestro pase a San Juanico: le hicimos la “parada” a una de ellas y nos dieron chance. Como pudios, nos metimos a la cabina donde el chofer y el chalán nos pidieron hacernos “bolita” en el piso para pasar desapercibidos en el retén militar y así logramos ingresar.

Ya dentro del pueblo, ya en sus calles, vimos la realidad: decenas de cuerpos calcinados, muchos de ellos en la calle, las casas completamente destruidas por las gigantescas salchichas o contenedores del combustible de Pemex.

Caminamos obturando nuestras cámaras, registrando la tragedia, las escenas dantescas: sobre una banqueta, unas huellas de sangre, aún con piel, de una persona que alcanzó a salir en llamadas de su casa, pero solo para morir metros adelante.

La cámara registró todo: un caballo sin vida, calcinado, de pie, una madre en posición fetal con su hijo en brazos, cuerpos quemados por todos lados, otros enterrados entre los escombros de sus casas.

También registramos una cada destruida, con media pared en pie y en ese trozo de tabique, el cuadro de una Virgen de Guadalupe, intacto.

Caminamos desolados. Ya los militares no nos decían nada, sólo que no fumáramos porque en el ambiente aún había gas, aún había el riesgo de generar una explosión.

Nos cruzamos con más periodistas, reporteros, fotógrafos, ya para ese rato, sudorosos, cansados, estupefactos.

Mientras, pasaban los camilleros con cuerpos calcinados, con el rictus de dolor, los brazos y piernas flexionados, en calzones muchos.

Entramos al patio de un edificio público y lo que vimos fue escalofriante: una montaña de cuerpos humanos quemados que crecía cada vez que los socorristas llegaban y literal aventaban más cadáveres.

A 40 años de la tragedia de San Juanico, las autoridades dicen que fueron 500 víctimas; nosotros vimos más, muchos más…

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