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Descaro, cinismo y desfachatez, cobijan evasivas de Morena para no frenar violencia electoral

Jorge Hidalgo Lugo

Si algo caracteriza y seguirá caracterizando al partido en el poder es su alto nivel de cinismo y desfachatez para engatusar a la feligresía que le sigue ciegamente, algunos por convicción, otros por temor a ser destetados de la ubre presupuesta y los más, advenedizos y oportunistas que han visto llegar la ocasión de pasar por esa suerte de “arco purificador” que constituye afiliarse a Morena.

Por igual la capacidad de asombro que pudiera considerarse saturada y hasta hecha trizas ante el interminable rosario de yerros y excusas torpes que esgrimen para justificar su voracidad, se mantiene activa y todos los días queda renovada con el nuevo atropello a la inteligencia que se sacan de la manga desde la pira marranera y repiten los floreros que como (des)gobernadores han sembrado por el país, para desgracia de los mexicanos.

Así podemos encontrar en el absurdo cotidiano que sujetos impresentables y manchados con el fango de la corrupción -ésa que tanto espanta al dueño del circo de tres pistas instalado en el palacio virreinal para goce de la “pobreza franciscana” que enarbola-, hagan una serie de maromas y malabares en busca de justificar que haya un levantamiento por parte del crimen organizado de más de 65 personas en Sinaloa y se nos diga que “son cosas que pasan”, como cínicamente lo esgrimió en su descargo de ineptitud el florero que como como (des)gobernador Rubén Rocha Moya, tiene Morena en esa entidad.

O bien que se mate a candidatas de la propia mafia hoy en el poder en Celaya y se mande a Arturo Fernando Zaldívar Lelo de Larrea (abogado ilustre, probo y por demás ajeno a cualquier tacha de corruptela), a condenar públicamente que los estados, pero sobre todo, los órganos electorales de entidades y federación, no están haciendo su tarea para evitar que estas ejecuciones se sigan reproduciendo a lo largo y ancho del narco país en que su patrón, amo y pastor, ha convertido a México.

En el común denominados, eso sí, todos los actores de Morena de cualquier rango y posición en el desastre nacional que se registra, repiten presurosos y con firmeza la discursiva que se les ha ordenado desde Palacio Nacional:

“No politizar” el baño de sangre en que está por igual convertido el proceso electoral que suma ya, al cierre de este despacho, 156 víctimas de agresiones, 50 de ellos con atentados a su vida y 26 con investidura de candidatos.

Se aprendieron bien el estribillo que su dueño y señor esgrime en las marraneras cotidianas, pero da por resultado que es insostenible acusar a los “conservadores, la oligarquía y enemigos del sistema”, de hacer “politiquería barata” lo que sucede en el narco país donde el auténtico y real poder lo ejerce el crimen organizado, al que eso sí, se le prodigan abrazos para no tocar “ni con el pétalo de una rosa” sus ilícitas acciones.

Bajo este contexto, la actitud que raya en complicidad siniestra por parte del dueños de Morena y sus solovinos de primer nivel, es que no debe “politizarse” que salgan a la luz pública las cifras oficiales dadas a conocer a través del segundo informe preliminar de violencia electoral, donde se informa que en lo que va de este proceso comicial, el más violento de cuantos se tengan registrados en la historia de México hasta antes de la complicidad de Morena y sus narco aliados, se contabilicen cifras por demás inquietantes.

Para la población en general debe ser entonces motivo de orgullo y timbre de distinción al narco gobierno que en el actual proceso electoral hasta el 19 de marzo pasado, se contabilicen también nueve casos de secuestros, 22 atentados y 75 amenazas.

Con datos difundidos desde el Laboratorio Electoral, Guerrero, Veracruz y Michoacán son las entidades del país que concentran la mayor cantidad de agresiones en este rubro.

Tendremos que aceptar como parte del absurdo cotidiano que nos regala Morena y sus narco aliados que pese a las 99 solicitudes de protección recibidas en el Instituto Nacional Electoral, hasta esa fecha arriba señalada, sólo se habían aprobado 74, y en 14 de los casos se determinó prioridad ante el concepto de nivel de “alto de riesgo”.

“Considerando que según los registros del Laboratorio Electoral en 2018 se contabilizaron 43 asesinatos de políticos en el marco electoral, de los cuales 24 fueron de precandidatos o candidatos, y se elevó a 88 asesinatos, 30 de precandidatos o candidatos en las elecciones de 2021, las cifras del actual proceso ya implican un récord en cuanto a violencia homicida electoral”, se establece en el referido informe.

A contrapelo y para mantener la victimización instrumentada en la discursiva del obradorato, Rosa Isela Rodríguez, titular de la secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana reconoció que en los primeros meses del año en curso había sólo 15 víctimas mortales en el contexto electoral.

Y que al arranque de abril han sido asesinados dos candidatos, cinco precandidatos y ocho aspirantes a puestos de elección popular.

Cifras que por sí solas hablan del desastre en que Morena ha convertido al territorio nacional con su complicidad siniestra de dejar hacer y dejar pasar a quienes considera serán sus aliados incondicionales en la narco elección que está muy cercana.

Mientras el baño de sangre crece con la población civil y suman ya más de 183 mil los ejecutados en este fallido gobierno obradorista, otro ejemplo de cinismo y desfachatez recalcitrante lo acaba de dar la corcholata preferida de su profesor quien sin poca ni más vergüenza, presentó un proyecto para “combatir la corrupción” cuyo contenido, como dicen en los bajos estratos, ¡si calienta!

Primero porque un desecho tóxico del PAN, señalado en su momento por acciones de deshonestidad y abuso de poder cuando (des)gobernó Chihuahua, pero hoy purificado en ese “arco” por el que pasan los que se suman a Morena como es Javier Corral, tuvo el inescrupuloso papel protagónico de dar a conocer pormenores de la nueva engañifa y tomadura de pelo que este mamotreto representa.

Lo impensable a estas alturas, si se toma en cuenta que ella misma ha sido parte del grupo voraz que ha saqueado a México en lo que va del sexenio, es que Claudia Sheinbaum presuma un escrito que consta de 8 ejes y haga alarde que forma ya del plan “Gobierno honesto y combate a la corrupción” con que buscará “hacer del combate a la corrupción, una política de Estado”.

Combate a la corrupción que sólo podrá hacerse contra Morena y sus actores, incluyendo los consanguíneos de López Obrador y su gabinete depredador que ha hecho con Macuspana alegría, un atraco a las arcas nacionales de tal magnitud que este gobierno de pesadilla debió endeudar con más de 2 billones de pesos al país y ni así han quedado satisfechos en su voracidad.

Podría ser plausible si el combate a la corrupción viniera del bando opositor, pero que lo haga alguien de casa propia, a quien se le entregó el bastón de mando con control remoto para que no se desbocara, suena a patraña. Ni cómo creer que los patos le tiren a las escopetas y menos siendo la corcholata preferida de su profesor.

Descaro, sinvergüenzada y nulo respeto podría parecer hacia el hacedor, gurú, amo, falso redentor y padrino que le quiere regalar la presidencia de un país desecho, si tomamos también cuenta que el mismísimo Andrés Manuel López Obrador en las piras marraneras del 18 de noviembre de 2019, 31 agosto y 16 de noviembre de 2020, 21 de abril de 2021, 21 de febrero de 2022, 14 de diciembre de 2023 y hace un mes a principios de marzo de 2024 por citar sólo algunas, ha sacado su pañuelo blanco para asegurar con bombo y platillos que “ya no hay bandidaje oficial, ni corrupción”.

La duda razonable es entonces, ¿cuál corrupción combatirá #EsClaudia?

En todo caso, ¿ustedes le creen?… ¡Yo tampoco!

Vale…

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