Se le cae el escenario mediático al tirano y México despierta para defenderse del autoritarismo que viene
Jorge Hidalgo Lugo
Lejos del triunfalismo mediático del que hace gala con derroche de recursos públicos en busca de embaucar a sus seguidores, pero también convencer a propios y extraños que llevan una ventaja inalcanzable y que el relevo presidencial está literalmente resuelto a favor de su gélida abanderada, Andrés Manuel López Obrador acusa un desgaste progresivo que lo orillan a cometer yerro tras yerro, en detrimento de su propia imagen y la del proyecto tiránico que busca consolidar con la elección de Estado que prepara.
De otra manera no explica el delirante frenesí que denota con anuncios atropellados, carentes de soporto económico alguno como el de enviar una iniciativa para que los salarios mínimos aumenten en la misma proporción que la inflación, como si esta solución populista estuviera sustentado en un simple decreto presidencial y no depender en los hechos de los factores financieros y económicos prevalecientes en un país cuyo desarrollo está detenido, carente de inversiones, criminalmente endeudado en lo interno y externo, amén del nulo atractivo para los emprendedores cada vez más en la zozobra ante el tiránico destino que les espera a partir de junio del 2024, si culmina López Obrador la tarea depredadora del México institucional y de libertades que hoy está en peligro de desaparecer.
Otro punto que tiene al borde de la esquizofrenia al huésped de Palacio Nacional es la amenaza cada vez más cercana de que sus secretos “encriptados” bajo la falacia de tratarse de asuntos de “seguridad nacional”, queden al descubierto de prosperar los reclamos que se abra esa información a través de sendos reclamos presentados ante los moribundos organismos autónomos y el propio Poder Judicial de la Federación, blanco de los ataques del obradorato para que finalmente desaparezcan o se dobleguen a sus perversos e inconfesables intereses.
Los ataques en contra de estas instituciones creadas a la caída del PRI hegemónico del Poder Ejecutivo federal, precisamente para dotar de autonomía e independencia consagradas en la Constitución y alejar al poder político de intereses comunes a todos los mexicanos, hoy incomodan a López Obrador quien bajo la argucia plañidera, populista y ramplona que “no sirven para nada, no le sirven al pueblo y tienen que desaparecer”, está empecinado en su desaparición.
Y no sólo tiene la mira puesta en el Instituto Nacional de Transparencia, sino además en la Comisión Federal de la Competencia, la Comisión Federal de Telecomunicaciones, la Comisión Reguladora de Energía o el Instituto Nacional Electoral, todos ellos porque le estorban y son un riesgo latente que se conozcan los turbios manejos presupuestales, tráficos de influencia y verdadero beneficiarios de los derroches presupuesta ejercidos en este sexenio de pesadilla que resultó más corrupto que los anteriores y vaya que ya es decir haber superado al de Peña Nieto.
Ese despreciable ex mandatario quien goza de la dulce vida protegido hasta ahora por la entrega del poder pactado bajo acuerdo de impunidad hasta hoy respetado por quien ofreció encarcelar a los saqueadores de México y que por desgracia para el pueblo bueno y sabio, prefirió sumar a sus mejores exponentes al gabinete de la deformación de cuarta para seguir haciendo de las suyas como el caso de Manuel Bartlett, Ignacio Ovalle, Alfonso Durazo y muchos otros más que sería largo enumerar.
Y como muestra de la falacia que envuelve a esta embestida y nuevo atropello de poder es que curiosamente no se mete con la Fiscalía General a cargo del impresentable Gertz Manero, otro desecho tóxico reciclado por el obradorato designado por sus polainas.
O la otrora acreditada Comisión Nacional de los Derechos Humanos, a la que también le impuso quien encabezara que por cierto le cuesta al erario público 1 mil 700 millones de pesos, pero se desgarra sus autócratas vestiduras al señalar con índice flamígero que el Instituto de Transparencia, gasta solamente mil millones y el servicio prestado a los mexicanos no es ni con mucho comparable que esa figura en desperdicio encabezada hoy por la señora Rosario Piedra Ibarra.
Ejepmplos de muestra que el trato no es ni con mucho parejo para hacer válida la fofa argumentación que los organismos autónomos son una carga para el país y “no sirven para nada, no le sirven al pueblo y tienen que desaparecer”.
Y no digamos las acometidas contra el Instituto nacional Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y esta Suprema Corte de Justicia de la Nación que hasta ahora ha resistido los atropellos y abusos de poder del tirano de Macuspana, incluyendo la reciente irrupción de la magistrada Lenia Batres, cuyo mejor antecedente en impartición de justicia se aprecia en esos testimoniales mentando madres en un pleito de vecindad.
Pero ninguna capacidad demostrada por igual al acusar al pleno de haber actuado por encima de la Constitución, sin aportar prueba alguna pero que en la primera oportunidad se espantó de la alta carga de trabajo a resolver en su nueva encomienda, a la que llegó por lealtad al obradorato pero nunca por capacidad no se diga preparación.
Bajo este escenario la que va saliendo cada vez más deteriorada es la corcholata preferida de su profesor pues lleva tres sonoros fracasos en el intento de barnizar al menos, que encabeza el proyecto de construir el segundo de piso de la transformación.
No se debe olvidar que como gobernadora de la capital del país a #EsCaludia lo toco perder la hegemonía morenista y se equilibraron las fuerzas en el Congreso local con la decisión de los otrora defeños de imponer un alto al abuso que cometían Morena y sus promiscuos aliados del PT y Verde con la mayoría de diputados.
Ahora le cobraron la factura y ese equilibrio de poderes que nunca debe desaparecer bajo ninguna circunstancia y predominio en el gobierno, sea quién sea, del color que fuere, le negaron la continuidad de Ernestina Godoy, la tristemente célebre fiscal espía, persecutora de adversarios político, instrumento de judicializar la política y proteger a los propios como quedó demostrado con el llamado Cartel Inmobiliaria satanizado al extremo a cambio de no ejercer castigo alguno a los responsables reales del derrumbe del Colegio Rebsamen o la tragedia en la Línea 12 del Metro, por citar sólo dos casos de impunidad oficial.
Y por supuesto que en la insulsa campaña por suceder a su pastor, la que porta el bastón de mando con control remoto manipulado desde Palacio Nacional, carga con el lastre de haber tenido que resignarse a que su alfil Omar García Harfush, alcanzara la nominación por el gobierno de la Ciudad de México y le dieron paso a Clara Brugada, pese a haber sido arrollada en la encuesta morenista.
Por todo esto y muchas cosas que están por conocerse, es que la zozobra y fincado terror al futuro que se acerca inexorable es que López Obrador seguirá en su paso depredador, así sea recrudecer el baño de sangre en el país para en su momento declarar una suerte de estado de excepción que impida realizar los comicios federales.
Esto, claro está, previo acuerdo con los beneficiarios de la criminal complicad que significa la estrategia de “abrazos y no balazos”, que provoca que hoy haya 176 mil 232 víctimas a quienes la retórica oficial buscara decir que cayeron por una “sobre dosis de ternura”, como escribiera en una canción Manuel Eduardo Toscano y popularizara Vicente Fernández, el Charro de Huentitán.
O el remedio a la mano de utilizar a la élite castrense para reprimir a la población, bajo el amague de perder todas las canonjías otorgadas en la militarización de la vida pública que como nunca antes hoy se vive, así sea con estulticias impensables como revivir una línea aérea sin vuelos, sin pasajeros y con cargo al pueblo sometido a esa hipnosis perversa que pareciera va perdiendo fuerza.
Síntomas que se vislumbran en la caída que muestran los niveles de aceptación que son ya la única fortaleza mediática que esgrime para engañar a los que quieren seguir siendo parte de la legión del rebuzne, prófugos del ácido fólico, invertebrados, amlovers y chairos que aún se resisten a percatarse del diluvio que viene aunque ya esté encima…
Vale…
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