No queda duda, tenemos al peor presidente en los peores momentos de México
Jorge Hidalgo Lugo
Desde diciembre del 2018 en México se instaló la estupidez a cargo de miserables comandados desde Palacio Nacional y han logrado en tan sólo cinco años que este país hoy sea un Estado fallido, entregado a la milicia depredadora y a la voracidad insaciable del crimen organizado.
Podemos lamentar así que esos 30 millones de incautos que le dieron poder a un perverso, son corresponsables de haber convertido esta nación en el paraíso de lo ilícito, en el nirvana de las ejecuciones, el edén del atropello y abuso de poder a cargo de esos siniestros personajes que ofertaron ser diferentes a los de antes y resultaron lo peor de la especie gobernante que hemos padecido en los últimos años.
Una autoridad insensible, inhumana, despojada de cualquier sentimiento solidario contra los más jodidos, como los calificó en su momento el despreciable enanito que habita en Palacio Nacional, como ha quedado de manifiesto desde la mala planeación y pésimo operativo de salud pública, para evitar la muerte de más de un millón de mexicanos a causa de la pandemia.
Flagelo que en su momento hizo alardear al opresor, como es su costumbre, que le había caído “como anillo al dedo” porque inusitada e irresponsablemente, controló bajo su autoritarismo aldeano la dotación de vacunas a quienes pretendían alcanzar la inmunización antes que fuera demasiado tarde.
Largas e interminables filas de quienes pernoctaban para lograr la vacuna en los centros del “bienestar” bajo el yugo criminal de Morena y los vividores de la nación, quienes se solazaban con la necesidad ajena cuando informaban que se había acabado la dotación del día y que regresaran, si querían, para próxima ocasión.
Cicatera y por demás reprochable la actitud de quien entonces alardeaba que el Covid sólo atacaba a los corruptos y deshonestos, aunque después fingiera haber sido afectado hasta en dos ocasiones por ese virus, que por desgracia para México, no le arrancó ni una pluma a ese gallito mal engendrado.
“El escudo protector es como el detente (…) El escudo protector es la honestidad, eso es lo que protege, el no permitir la corrupción (…) ¡detente, enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo!”, ironizaba con estampas religiosas en la mano, desde su circo instalado en las catacumbas de Palacio Nacional, escenario ideal de su mediático patíbulo y desde donde no recomendaba precaución alguna, ni siquiera el uso del cubrebocas, incitador de los abrazos y otros medios de contagio que sí alertaban en el mundo.
O los lances de su mascota domesticada, el doctor muerte Hugo López Gatell quien a su vez alardeaba que el mesías tabasqueño era inmune al mortífero virus.
“La fuerza del Presidente (López Obrador) es moral, no es una fuerza de contagio, en términos de una persona o individuo que pudiera contagiar a otros, el Presidente tiene la misma probabilidad de contagiar que tiene usted o yo. El Presidente no es una fuerza de contagio, no tiene por qué ser la persona que contagie a las masas, o al revés”, aseguraba aquella mañana de marzo del 2020, ese canalla que hoy busca nueva chamba para el futuro próximo, dentro del desastre que ofrece Morena a los mexicanos ahora a través de #EsClaudia.
Llega a tal grado la estulticia por estar convencido que los habitantes de este narco país por él provocado padecen de deficiencia intelectual o de plano está en absoluto estado de desaparición, que en los promocionales de su segundo informe de (des)gobierno lanzó el siguiente escupitajo de verborrea al rostro de los mexicanos, oda de su incontinencia verbal y ego patológico:
“No es para presumir, pero tenemos al mejor gobierno en el peor momento. Estamos enfrentando dos crisis al mismo tiempo: la sanitaria y la económica. Estamos saliendo adelante porque estamos ayudando con créditos, becas, ayudas. Nuestros paisanos están enviando remesas para ayudar a sus familias”.
Entonces como ahora, la villanía oficial sigue su curso y como consecuencia de la devastación que dejó a su paso por Acapulco el huracán Otis, vuelve el autoritarismo atroz y descomunal de alguien que ha sido incapaz hasta ahora, de dar señales de entender lo que realmente acontece en ese puerto y los miles de damnificados que ahí se encuentran.
Porque el maligno sujeto en vez de estar atento a lo que ahí se vive en estos momentos, prefiere sacar provecho electorero y centralizar todo, como en la pandemia, para que no haya nadie que haga sombra a su patética ambición de control.
Esta vez con la ayuda mercenaria de la élite castrense con quienes ha instalado una suerte de sitio donde está prohibido actuar a organizaciones civiles, hacer llegar ayudas humanitarias por otras vías que no sean las de Morena y sus vividores de la nación, los mismos que eso sí ya lucran electoreramente con las limosnas del bienestar, previo censo y condicionamientos de todos conocidos.
Estado de sitio mal simulado que ha dado paso a toda clase de atropellos y abusos de elementos del Ejército y la llamada Guardia Civil, en contra de civiles de buena fe que pretenden apoyar a sus hermanos caídos en desgracia.
Escenas que se multiplican y dan cuenta de los latrocinios y humillaciones que la bota militar prodiga contra la población afectada, la que emprendieron contra todos esos mexicanos solidarios que pretenden llevar ayuda humanitaria.
Imágenes que se reproducen a toda hora no sólo en informativos que desobedecen al mandato del autócrata, sino en ésas que el mismo calificara en su momento como “benditas redes sociales”, cuando fueron manipuladas a discreción para difundir sus intereses mercenarios, hambriento voraz por llegar al poder.
Ruindad al máximo exhibida ya que a las pocas horas instrumentó un mal montaje escénico para lucir a bordo de un jeep del ejército atascado en el lodazal de una carretera intransitable, sin dejar evidencia de haber llegado al destino del que seguramente regresó en algún helicóptero o avioneta de la Fuerza Aérea Mexicano, pero luego prefirió ir al Estado de México a encabezar eventos de campaña a favor de su movimiento y respaldar así a su corcholata preferida, que por cierto no asoma la cabeza, ni se deja ver tampoco en estos momentos de agobio nacional.
Vileza roñosa que a las ayudas humanitarias por la milicia confiscadas, les etiquetara con logos de su gobierno y comenzar a repartir entre los damnificados, todos ausentes de información, ignorantes de noticias, por la falta de luz, internet y telefonía habitual, de lo que también pretende aprovecharse a su favor.
Mezquino y bajo al ignorar también ofrecimientos como el que hizo públicamente Bertha Xóchitl Gálvez Ruiz para unir esfuerzos por él encabezados e instrumentar acciones viables con qué paliar la destrucción que se vive no sólo en el Acapulco fifi y nido de aspiracionistas para él despreciables, como en la zona costera, sino también volver la vista a los olvidados de colonias asentadas en cerros y laderas, por igual en el abandono oficial.
Depravable retórica para su victimización al acusar a los medios de comunicación por dar espacio a esos seres sin voz, frustrados, dolidos al perder en unas horas el patrimonio de toda la vida y atacarlos con furia hasta de haber enviado a la cobertura noticiosa a sus mejores reporteros, en vez de organizar los esfuerzos que surgen voluntariamente para ayudar a los caídos en desgracia.
Linchamiento mediático en busca de victimizarse, una y otra vez, lanzando veneno de todo calibre contra directivos, columnistas, conductores y demás, a quienes el mismo se encargó de poner en su contra con los cotidianos ataques que les ha prodigado durante cinco largos y penosos años. Hoy se queja, pero olvida o quiere olvidar, que quien mata a puñaladas no puede morir con flores…
Igual de malvado e indigno, lanzar veneno, destilar odio contra esa clase privilegiada en que ha etiquetado a jueces y magistrados, como el ministro Alberto Pérez Dayán a quien satanizó fiel a su desquiciada costumbre, por haber asistido al Gran Premio de la Fórmula 1 en la Ciudad de México.
En cambio, hizo maromas para no mencionar que su hijo José Ramón -orgullo de su soberbia aldeana- y el pésimo gobernador de Michoacán, Alfredo Ramírez Bedolla, lucieron en redes sociales su presencia en ese mismo evento, pero a quienes no acuchilló durante su linchamiento matinal.
Repudio internacional ganado apulso por su inocultable ímpetu de ayudar a dictadores criminales como los que dañan en Cuba y Venezuela, que ha logrado como nunca antes en la historia, un desinterés de ayuda solidaria por países del mundo que siempre habían sido solidarios en situaciones de desastre como el que hoy se vive en el puerto guerrerense.
Reacción populista y con alevosa maquinación electorera anunciar a una semana del desastre, acciones encaminadas sólo a maquillar la auténtica necesidad de un destino como Acapulco, que no pide limosnas del bienestar, sino se reconstruya el potencial turístico que da empleo a más de 80 por ciento de su población, lo que pasa de largo en su mesianismo insufrible.
Muchas evidencias más del rastrero que hoy con orgullo puede presumir estar convertido en el peor presidente de los peores momentos que ha padecido y va a padecer México.
Todo seguirá igual para desgracia de nuestra destrozada nación hasta en tanto sus votantes, hartos de este cúmulo de estulticias y atropellos a la inteligencia colectiva, decidan salir del conformismo, del letargo ignominioso y rescaten al México que un mal nacido se ha encargado de destruir sin contemplaciones, ni resistencias.
Vale…
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