Mal arranque de año para López Obrador y su tiránico propósito
Jorge Hidalgo Lugo
En la recta final de su tiránico mandato, Andrés Manuel López Obrador enfrenta una suerte de maldición que bien pudieran interpretarse como el debilitamiento a un proyecto sostenido en la farsa y mediocridad, pero sobre todo en la agresión constante y polarización permanente para dividir en buenos y malos, a los mexicanos sin que esto garantice aún la prevalencia de Morena en el poder presidencial.
No sólo se acumulan los escándalos de corrupción en los que se han visto involucrados hermanos, hijos y parientes cercanos al opresor de Palacio Nacional, sino también la creciente sospecha cada vez más fundada, de una relación peligros e ilegal con miembros del crimen organizado, al extremo que la Agencia Antidrogas de los Estados Unidos (DEA, por sus siglas en inglés), haya fijado una posición contundente y por demás clara, al anunciar que irá con todo contra aquel gobernante que proteja y aliente al crimen organizado en sus respectivas áreas de poder.
El caso de las detenciones recientes, primero de Rafael Caro Quintero y ahora al inicio de este 2023, de Ovido Guzmán, ponen en entredicho la soberanía nacional con que tanto se cobija el propulsor de la dictadura de la mediocridad, porque es cada vez más insostenible la versión que ambas capturas obedecieron a trabajos de investigación e inteligencia de fuerzas militares nacionales, toda vez que obedecieron a tareas de actores estadunidenses que hicieron toda la operación para poner en bandeja de plata a las fuerzas castrenses mexicanas, para que se pusieran la medalla de oro en sus mancillados uniformes olivo.
Los rostros del propio López Obrador, como el del canciller Marcelo Ebrard Casaubón y de Crescencio Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, para dar a conocer la recaptura del hijo del Chapo Guzmán, fueron por decir lo menos, patéticos por el desencanto reflejado al dar a conocer la “hazaña”, porque en vez que pareciera un triunfo, una acción de Estado para presumir al mundo, semejó un funeral, un pesar, un dolor o de plano, una acción en la que no se estuvo de acuerdo pero que debieron ejecutar para no rascarle los bigotes al tigre de las barras y las estrellas.
Ello aunado al no menos patético y vergonzoso episodio escenificado por la presunta plagiaria de una tesis para obtener el título de abogado y que era la carta marcada con antelación que López Obrador traía bajo la manga, para apoderarse del Poder Judicial y poner como su titular a Yasmín Esquivel Mossa, esposa del constructor consentido del obradorismo, José María Riobóo.
Episodio que en vez de ser cuestionado y exigir su total esclarecimiento, fue utilizado en el paredón mañanero como pretexto para la victimización y hasta invocar abusos de los enemigos del régimen que se ensañaron con la magistrada, mujer que dicho sea de paso sigue fungiendo como tal y se ve aun distante tenga esa pizca de decoro que debiera para dar un paso de costado y dejar de ser juzgadora, con el antecedente escabroso que sólo en el México de los cuatroteros, es posible.
Esto es, tener un miembro del Poder Judicial cuyo título de abogado fue obtenido de una manera fraudulenta y aun así, tener sus manos casos para sentenciar, juzgar, a quienes bien pudieran apelar esos fallos por estar viciados de origen, por decir lo menos.
Una vez perdido el control de la Suprema Corte de Justicia de la Nación con la llegada por mayoría de Norma Lucía Piña Hernández, a quien le negó la salutación protocolaria por estar ausente “cuando fue enterado”, López Obrador ve que el Plan B que constituyen sus leyes secundarias para violentar la Constitución y salirse con la suya en el embate contra el INE y demás organismo electorales, pueden derrumbarse aunque haga alarde al burlarse socarrón con su no “me vengan con que la ley es la ley”.
Por si fuera poco, la corcholata preferida, la consentida de su profesor, Claudia Sheinbaum, vive una auténtica pesadilla con el nuevo episodio de terror que vivieron usuarios del Sistema de Transporte Colectivo Metro, en la línea 3, con un saldo sangriento que la tienen contra la pared, pese a que se busque responsabilizar de esta desgracia a los medios y al conservadurismo, faltaba más, por la andanada de críticas que apuntan a la falta de mantenimiento que sigue operando en ese organismo y cuyo antecedente nefasto, en la línea 12, no les importó corregir.
Otro fracaso más, enésima demostración de lo inoperante que resulta un gobierno basado en el ataque sistemático al que consideran enemigo u oponente, la victimización tradicional para evadir las responsabilidades inherentes a la ingobernabilidad que prevalece y el panorama sombrío que ahora se vislumbra con la ruptura del acuerdo no escrito entre el obradorismo y el crimen organizado, cuya fuerza ya se dejó sentir al haber paralizado, literalmente a una entidad como Sinaloa y poner en calidad de rehenes a sus habitantes.
Y como decían los viejos de la comarca, “mal comienza la semana a quien ahorcan en lunes”, lo que pinta para el país con el desquiciamiento desde el poder que se aferra a imponer su trascendencia a través de Morena, este inicio del 2023 es de pronóstico reservado.
Pero a contrapelo, la “oposición” de los cuatroteros sigue ausente, pusilánime, anodina y acobardada. Esperan que sea la sociedad civil la que tome la batuta y les venga a hacer las tareas de limpieza en el sucio y fétido terreno que está dejando la dictadura de ocurrencias en este sufrido país. De ello hablan los 400 ejecutados que se registran apenas en 10 días de este primer mes del 2023…
Vale…