Ministros de la Suprema Corte de Justica nos ponen el ejemplo; México, ¡no nos dejemos doblegar!
Jorge Hidalgo Lugo
En el desquiciamiento que acusa Andrés Manuel López Obrador en su afán de instaurar la dictadura perfecta en México, el Poder Judicial es la única esperanza que existe para quienes vemos con fincado temor que el peligro invocado hace unos años, culmine su materialización y destruya las pocas libertades que aun gozamos, sobre todo la de libre expresión.
El acoso permanente ordenado por el enfermo de poder que comenzó con la quema de una botarga representando a la ministra Norma Lucía Piña en la plancha del zócalo capitalino, al paseo de ataúdes frente a la Suprema Corte de Justicia por parte del veracruzano Cuitláhuac García, uno de los peores gobernantes de Morena en el país, no han logrado aún el objetivo que persigue el opresor.
La defensa de las leyes y los reveses que asesta a todas las ilegalidades con que ha plagado su errático mandato presidencial, tienen al borde de la locura total a quien mantiene vivo el capricho de desaparecer el cuerpo de magistrados para así tenerlos doblegados como ya acontecer con sus solovinos en el Legislativo, la conformación del nuevo INE totalmente obradorista y si mucho nos apuran, en las dirigencias de eso que aún llaman oposición.
Por eso es de resaltar la actitud que mantienen los de toga y birrete, excepto a los domesticados pejistas cuya indignante actuación debe llenar de oprobio y vergüenza a sus descendientes, pues como bien lo señaló Alberto Pérez Dayán: “Estamos fuertes y estamos convencidos, en ese sentido, nos va a doblar, nada”.
La fórmula de intimidación, acoso, amague, hostigamiento e insultos permanentes que ordena el locuaz de Macuspana desde las catacumbas de Palacio Nacional, sólo han avivado el accionar de los impartidores de justicia y defensores del Estado de Derecho, así sea poco lo que de éste ha dejado el depredador en sus 4 años 5 meses de abusos al frente del país.
Y aquí cabe la aclaración pertinente porque esto no es una lucha entre rudo y técnicos, ni van a tres de dos caídas sin límite de tiempo, como la quieren vender los manipuladores de la deformación de cuarta, obstinación mañanera que por igual busca colocar del lado de la perversidad y malévolo actuar a los magistrados, para asumir el papel de víctima que cada vez le queda más estrecho, como un traje no cortado a su medida.
En palabras que suenan a sentencia inalterable, fue el propio ministro Pérez Dayán, quien en la presentación del libro “La Defensa y Remediación de los derechos sociales”, de Isidro E. Muñoz Acevedo, magistrado del Segundo Tribunal Colegiado en Materia Administrativa del Segundo Circuito, lanceteó con lujo de conocimiento las palabras que hoy tienen herida a esa fiera rabiosa y sangrante que pasea sin descanso frente al zócalo capitalino.
Porque lo único que hacen y siguen haciendo los magistrados con dignidad, valor y conocimiento de la materia, sobre todo, es su trabajo, privilegiar la responsabilidad que les fue conferida y no formar parte del circo morenista y cauda de payasos, lisonjeros prófugos del ácido fólico, que pareciera no abrevaron leche materna.
Así lo resume el propio Pérez Dayán: “El día que la Constitución cambie y diga otras cosas haremos que esas otras cosas se cumplan, pero mientras no estén, haremos que se cumplan las que están a costa de lo que sea”.
De esto se desprende que la actuación siga inalterable y que todo aquello que violente nuestras leyes, correrá la misma suerte, tal como ya sucedió con el “decretazo”, los contenidos doctrinarios de los libros de texto, la integración de los consejeros del Inai y tantas arbitrariedades más que han obligado a la presentación de sendos amparos y que seguramente transitarán por el mismo sendero.
Con la certeza que Pérez Dayán hizo eco del sentir de los demás defensores de México que se han agrupado en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, la suerte del emperadorcito tabasqueño estará echada y en lo que viene, habrán de registrarse no sólo más embates y acosos, insultos, agresiones y amenazas de todo tipo, incluyendo contra la vida.
Y de eso debemos estar atentos para no aplaudir ni respaldar, porque imaginemos nada más qée sería de los mexicanos en general si el autócrata en sus delirios atenta contra jueces, ordena que lo hagan sus incondicionales a sueldo o menesterosos del bienestar, ¿qué puede pasar después con cualquier ciudadano de a pie que no comulgue con sus lances tiránicos?
Está visto que la mesura y el equilibrio no forman parte de su manera de ejercer el poder, por el contrario, se afana en manipular, engañar, embestir, engatusar y, sobre todo dividir.
El peligro para México que se invocaba hace años, hoy tenemos que reconocer, es flagrante y macabra realidad que vivimos todos, incluyendo los beneficiados con este régimen de corrupción y tropelías.
Es hora de México, de la sociedad civil agraviada y resentida, de poner en orden las ideas y reflexionar sin apasionamientos, qué es lo que deseamos realmente para nuestras presentes y futuras generaciones.
No dejemos que sea el tiempo inmediato o mediato el que nos haga arrepentirnos por experimentar, vivir en los hechos, las atrocidades plenas de un régimen como el de Venezuela o Cuba.
No nos está permitido titubear ni ser cobardes. No hay plazos para el mañana.
Y conste que en esta cruzada no deben asomar los oportunistas que se dicen “opositores” cuya ralea es por decir lo menos, impresentable con sus honrosas excepciones.
Como nunca, el despertar de la sociedad civil es obligado y aplicar el lugar común, pero que obliga: Somos más, los buenos que los malos.
Y en los magistrados patriotas, con dignidad indomable, tenemos una muestra ello.
¡Vamos a imitarlos!…
Vale…