Los muertos de López Obrado son ya más de 150 mil, pero poco le preocupan
Jorge Hidalgo Lugo
A cuatro años y tres meses de haber iniciado su fracasada y cuestionable estrategia de abrazos no balazos, el estado fallido en que ha convertido el gobierno a su cargo Andrés Manuel López Obrador, alcanzó ya la histórica e indignante friolera de 150 mil 037 ejecutados a lo largo y ancho del territorio nacional.
El baño de sangre que tiñe, como nunca, a México es sin embargo, tema que soslaya o poco interesa mencionar a quien desde el patíbulo mañanero se dedica a perseguir a personajes de la sociedad civil, empresarios, académicos, deportistas, intelectuales, periodistas y políticos.
Todo menos tocar ni con la pluma de un ganso a quienes se han apoderado del país con la complicidad siniestra que acusan voces ya no sólo desde el extranjero, sino del patio propio como acontece ahora con el clero católico nacional.
Para López Obrador es más redituable seguir con su discursiva patriotera y de abierta engañifa para sostener su clientelismo político entre los frágiles de intelecto, que en abordar los temas torales que son, al menos en teoría, obligación de la responsabilidad que le confirieron en las urnas 30 millones de ilusos.
Porque el encono, coraje, determinación, obsesión con que ataca a enemigos de papel o surgidos de su enfermiza mente, no alcanza nunca a esos personajes siniestros que hoy rondan y se apoderan de los aparatos productivos de la gente de bien, ya sea con el cobro de piso, extorsiones, comisiones leoninas o todo lo que les surja en su ideario de extorsión con que se conducen y que hacen literalmente insostenible la actividad de empresarios en cualquiera de sus ramos, así sea una tienda de barrio o estanquillo de pueblo.
El eco que todas las víctimas del crimen organizado han encontrado hasta ahora, quién lo dijera, se ubican allende las fronteras y por eso la perversa engañifa de tirarse al piso, hacerse la víctima para reclamar injerencias extranjeras o inventar fantasiosas invasiones de tropas militares, en vez de hacer lo que por ley le compete.
Pero no lo hace porque a los narco aliados se les tienen reservadas tareas electorales próximas a ejecutar.
Hace apenas unos días, el secretario de Estado de la Unión Americana, Anthony Blinken, cimbró estructuras de seguridad y prendió focos de alarma en la frontera sur del vecino país al asegurar con elementos probatorios que “una parte de México está controlada por el narco”.
En la discursiva manipuladora del nada humilde o ejemplo de pobreza franciscana que habita Palacio Nacional, lo dicho por el Secretario de Estado fue minimizado luego que el senador Lindsey Graham le preguntara directamente si consideraba que había partes de México donde el control no lo tuviera el gobierno sino los cárteles de la droga y cuya respuesta fue contundente: “Sería justo afirmar que sí”.
Antony Blinken reconoció además que el fentanilo también estaba matando a miles de mexicanos, lo que generaba bajas en ambos lados de la frontera, por lo que no tuvo empacho en fustigar que las principales víctimas de la seguridad en México son los mismos mexicanos.
Este ejercicio dio pauta para que Blinken confirmara la posibilidad de declarar terroristas a cárteles mexicanos lo que también provocó polémica luego que los senadores republicanos Lindsey Graham y John Kennedy presentaran un proyecto de ley para nombrar a narcos mexicanos como organizaciones terroristas extranjeras.
Esto implicaría activar más mecanismos contra cárteles y si es preciso, combatirlos dentro del territorio mexicano.
Ante ello López Obrador tachó de falsas las apreciaciones del funcionario estadunidense:
“Eso es falso; no es cierto; hace como un año, un comandante de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos dijo lo mismo, y se le informó que no era cierto”, atajó en el patíbulo mañanero.
“No hay lugar en el territorio nacional donde no haya presencia de la autoridad; le puedo decir al señor Blinken que sabe que estamos destruyendo constantemente laboratorios clandestinos en Sinaloa, en Sonora, en todos lados”, refutó.
A manera de explicación, como suele hacer cuando se pone la investidura de abogado de oficio, el vecino del zócalo justificó el hecho que Blinken haya sido acorralado para hacer esos comentarios, cuando estaba hablando de la cooperación entre ambos gobiernos, pero “este republicano lo interrumpió y le volvió a preguntar, así que tuvo que decir ‘sí; desafortunadamente, hay regiones de México dominadas por narcotraficantes'”.
Pero el tema no quedó ahí, y sin réplica aún, en su última edición el semanario Proceso publica una amplia entrevista con el Arzobispo de Morelia, Carlos Garfias Merlo, donde el prelado asegura tajante que “el narco sí controla partes de México”.
Evidencias y pruebas de su dicho, aseguró, conforman un informe realizado por obispos mexicanos mismop que será entregado al Papa Francisco, donde se asegura “que el crimen organizado tiene el control de ciertas partes del territorio nacional y está coludido con autoridades de todos los niveles de gobierno”.
El trabajo periodístico firmado por José Gil Olmos, ilustra con creces la posición de la jerarquía católica del país y refuerza lo dicho por el Secretario de Estado norteamericano, pero además involucra la omisión siniestra que guardan “todos los niveles de gobierno” por lo que alerta del riesgo que representan “las mentiras de las autoridades”.
“Desde mi experiencia el tema se agudiza en las fronteras. Si lo queremos ver como país, el problema más fuerte lo tenemos en la frontera con Estados Unidos o en la frontera con Centroamérica. Y si lo queremos ver en el interior, hay un tema gravísimo entre la frontera de Jalisco y Michoacán, entre Guanajuato y Michoacán, la frontera entre Guerrero y Michoacán; ahí se ve la polémica. Si uno sale de su pueblo, de su tierra donde está viviendo para atender un compromiso, no sabes qué pueda pasar en el transcurso del día cuando vas por la frontera”, aseguró Garfias Merlos.
Bajo este contexto, lo único que ocupa y preocupa a López Obrador es la permanencia en el poder a raja tabla, de Morena y a través de la corcholata a designar, su injerencia en la vida nacional desde La Chingada, como bautizó a su rancho o el destino que vaya a tener una vez que abandone la suntuosa vida que se da en el palacio virreinal, pero con la perversa intención de cuidar le revisen los cajones y no exhiban los cadáveres que guarda en los armarios, ante el cochinero que ha hecho de la administración pública, nunca mejor ilustrada que con el fraude de Segalmex.
Botón de muestra que exige, sin evasivas, se informe al pueblo bueno y sabio, incluso a sus feligreses carentes de voluntad propia, cómo se pudieron desaparecer sin dejar huella, 20 mil millones de pesos que arroja la nada despreciable cantidad 19 millones al día, desde que inició este gobierno fallido y manchado de corruptelas, sin mencionar otros casos por igual indefendibles.
En tanto, la suma de ejecutados sigue al alza y alguien debe pedir explicaciones ya sobre los 150 mil 037 ejecutados, que al cierre de este despacho se contabilizaban en lo que bien podemos ya denominar como “los muertos de López Obrador”.
No más, no menos…
Vale…