Duro golpe a la dictadura de la mediocridad que encabeza López Obrador
Jorge Hidalgo Lugo
Luego de un turbulento proceso donde la dictadura de la mediocridad pretendió imponer a un presidente a modo, la Suprema Corte de Justicia de la Nación entró en sensatez y con apego a su responsabilidad, aspiró una bocanada de oxígeno en busca de recuperar su autonomía, al designar a Norma Lucía Piña Hernández desechando la pretensión sustentada en la corrupción y alto tufo de ilegalidad, de imponer a Yasmín Esquivel Mossa, estigmatizada por plagiar la tesis con que obtuvo el título de abogado.
Este ejercicio que devuelve de entrada la confianza a uno de los poderes básicos de nuestro endeble sistema democrático, debe ser fortalecido con el accionar de todos sus integrantes pues aun cuando hoy se pretende desviar la atención y vender como propio, el hecho que sea una mujer la que ahora llega a esta magistratura, presumiendo como logro de esa misma tiranía como nunca manchada por el latrocinio y desprecio absoluto a las leyes.
Pese a que la resistencia obradorista en los magistrados lacayos hizo que se tuviera la eliminación de la cuestionada e impresentable Yasmín Esquivel Mossa, quien votó por sí misma en primera ronda y Lucía Piña lograra sólo tres, pero sin alcanzar mayoría.
Esto generó que también Javier Laynez Potisek y Alberto Pérez Dayán quedaron eliminados de la carrera en la segunda vuelta hasta que Piña Hernández obtuviera el respaldo de seis de los once ministros que conforman el Pleno y se convirtió así en la primera mujer que presidirá la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
La intención de controlar desde la presidencia como lo había venido haciendo con Arturo Zaldívar Lelo de Larrea, sin duda es un fuerte golpe al absolutismo que permea en México bajo el mando de López Obrador y de ahí la trascendencia por lo que se viene ahora, una vez que no tiene la mayoría que le garantice buenas cuentas en las decisiones trascendentales por venir.
Por un lado, la suerte que seguirá ahora la protegida de Palacio Nacional quien obligadamente debiera renunciar a la Suprema Corte de Justicia, y la coyuntura histórica que se vive en la Universidad Nacional Autónoma de México, institución académica de prestigio internacional que está bajo la lupa, por la obligación ineludible de invalidar el título de abogada que le otorgó a Esquivel Mossa por su ilegal procedimiento y todo lo que de ello se derive.
Sostener como juzgadora a quien tiene un origen escabroso y sustentado en la corrupción que comienza a aflorar en torno a su titulación mediante un procedimiento fraudulento, no sólo es un despropósito, sino además debilita al cuerpo colegiado que podrá ahora ser cuestionado en sus juicios y sentencias, precisamente por tener en sus filas a alguien que no cuenta con un origen basado en la ley.
Y aunque el opresor diga “que no me vengan con que la ley es la ley”, como nunca los reflectores apuntan al Poder Judicial y la actuación de sus integrantes estarán por un buen periodo bajo la lupa, pero es un hecho que como dicen los analistas, a López Obrador le tocó pagar en un momento crucial cuatro años de agravios a la Suprema Corte al no poder imponer a su alfil a quien defendió a niveles indecibles.
Apenas horas antes de las elecciones referidas, el impulsor de la tiranía de la mediocridad se le fue encima, con su florido lenguaje de odio y encono, a los opositores a quienes acusó de emprender “la lanzada” como denominó la acción de señalar los visos de ilegalidad con que Yasmin Esquivel pretendía presidir la Corte por “imaginar”, que había sido seleccionada desde el poder Ejecutivo para impulsar la agenda de la autodenominada Cuarta Transformación.
“Pobre abogada Yasmín. Toda una guerra de potentados, medios de información, columnistas, intelectuales del régimen vendidos y alquilados. Pero una lanzada en contra de la señora”, ironizó.
A la luz de los acontecimientos, y aunque se dijo “respetuoso de la división de poderes” (de dientes para afuera), el vecino del zócalo capitalino no felicitó a Norma Piña bajo la falacia que “no se encontraba” al momento de la designación, y en cambio alardeó que había sido la propia magistrada quien estableció contacto:
“Ella me buscó, tuvo la amabilidad de comunicarse conmigo. Yo no estaba, pero tan pronto me informaron me comuniqué con ella y hablé con ella felicitándola.
“Me pareció bien la histórica designación de la primera mujer que encabezará el Poder Judicial, al menos desde 1825. Eso es muy importante”, alardeó.
Pero como es su costumbre desde el patíbulo mañanero aprovechó para restregar a la oposición que su gobierno no atentó en la autonomía del Poder Judicial por lo que destacó que la ministra presidenta, ha votado en contra de iniciativas enviadas por la 4T.
“Eligieron los ministros como lo establece el procedimiento y hubo aceptación y acuerdo. Se trata de un poder autónomo e independiente como nunca había existido.
“Es tan evidente, aunque no lo quieran aceptar, que la presidenta Norma Lucía Piña siempre ha votado en contra de las iniciativas que nosotros hemos defendido”.
Y luego del raspón, alardeó que las diferencias que pudieran haber con la ministra presidenta no deberán influir en el respeto y trabajo conjunto de ambos poderes:
“No tenemos por qué pensar lo mismo. No sólo porque representamos dos poderes independientes, sino porque sería muy aburrida la vida”, citó burlista.
Bajo este contexto, lo que viene para la magistrada presidenta es lograr que el máximo tribunal de justica recupere su prestigio pero sobre todo, la confianza de los mexicanos y para ello están a la vista los temas de la agenda pendientes como la autonomía de la Suprema Corte en riesgo siempre por la injerencia opresiva de Palacio Nacional, las impugnaciones al Plan B en materia electoral que plantean constitucionalistas y opositores, sin descontar las despenalizaciones de la marihuana o el aborto.
Un golpe severo al ego del presidencialismo imperial, sin duda, pero falta ver ahora si despiertan, salen de su letargo, los opositores y comienzan a capitalizar el creciente miedo que despierta en la mayoría de los mexicanos, el desequilibrio y abuso sistemático con que se ejerce el poder desde Palacio Nacional.
Vale…