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Rey del Cash, del dispendio, acarreo y la corruptela

Rueda de Molino

Jorge Hidalgo Lugo

Si alguna duda quedaba respecto a su “intachable honorabilidá”, este domingo Andrés Manuel López Obrador la despejó al convertirse no sólo en el Rey del Cash, sino también coronarse como su majestad del dispendio, acarreo y la corruptela, a costillas de los contribuyentes mexicanos que vieron con sopor cómo se iban a las alcantarillas morenistas más de mil millones de pesos en ese desesperado afán de generar popularidad y afecto, en alguien que sólo despierta pavor y recelo.

Porque la marcha del odio, de la venganza, surgida desde el fondo del alma narcisista que deambula extraviada por Palacio Nacional, no tendrá ni tiene comparación alguna con la que realizaron más de un millón de mexicanos por su libre voluntad, sin amagues de despidos, ni víctimas del aparato de Estado, mucho menos vasallos menesterosos urgidos de conservar las limosnas oficialistas con que busca sostenerse en el poder.

La imagen proyectada al mundo, ya no digamos a los mexicanos que lo menos que le inspiran es respeto, dejó en claro por igual que López Obrador institucionalizó el atropello a las leyes y al poco estado de Derecho que pudiera sobrevivir por los dictados de su presidencia imperial.

Porque con lujo de cinismo, alentó, ordenó y llevó a cabo la marcha revanchista utilizando como centro de operaciones el patíubulo mañanero desde donde alardeó que “si sería un acarreo”, pero justificado por sus propios delirios de grandeza, como una muestra del afecto, respeto y cariño que aún le guarda el pueblo, lo que es evidente, ya está muy lejos de ser real.

Como dice la letra de la canción del grande guanajuatense, José Alfredo Jiménez, “el cariño comprado ni sabe querer, ni suele ser fiel”.Así la gente en su inmensa mayoría fue llevada a esa farsa que estranguló la ciudad de México y manchó de oprobio a un país que pareciera despertar a la realidad, ante la amenaza de un absolutista que está convencido, todo lo puede corromper con el poder que detenta.

Hoy la lectura es muy clara y el vecino del zócalo capitalino seguirá por la misma senda en busca de avasallar, al precio que sea, y seguir su camino depredador.

Pero en su contra opera el descontento generalizado y ese repudio que estuvo almacenado por mucho tiempo y hoy ha surgido incontenible, de una movilización social apartidista, pero resuelta a dar la pelea pacífica por detener a la dictadura perfecta que pretende imponer un ser enfermo y desquiciado por el poder.

Lo que viene para México no es sencillo, y menos si el absolutismo invade la visión de quien cree, puede eternizarse en el poder para terminar la destrucción de los habitantes de un país, que se mueven más por instintito de sobrevivencia que por convicciones políticas, ideológicas o partidistas.

Los lances y atropellos del mesías tropical son el alimento que hoy tiene en asecho, expectante, a la defensiva, a esos millones de seres que se saben en el umbral de la tiranía o volver a la libertad que se está perdiendo y en riesgo, ante los embates de los aliados de Morena, ya sea en el crimen organizado o en los altos mandos militares.

Lo significativo del atropello de López Obrador y sus lacayos es que saben, lo pulsan, pierden día a día adeptos, por más que las limosnas oficiales crezcan y se distribuyan entre los pobres que ellos mismos multiplican, con la perversa intención de tener más votos cautivos a su disposición.

Porque si fuera el temor de perder la dádiva que reciben los beneficiarios de los mal llamados programas del “bienestar”, no habría necesidad de amenazar con retirarles las limosnas si no veneran públicamente a su mesías, como aconteció en la marcha del ardor.

Si la fuerza de López Obrador fuera como antes del 2018, no tendría que recurrir al amague de despedir a miles de burócratas si no acuden a aplaudir y queman incienso a una figura decrépita y en pronunciado desuso.

Si los millones de mexicanos que sienten son sus adoradores, fueran reales y por convicción, el desubicado personaje que se siente dueño de sus vidas para disponer de las mismas en cuanto se le viene un delirio obsesivo a cumplir, nadie recibiría pagas por acudir a su encuentro y defenderlo de los “neoliberales y conservadores”, que tanto enuncia en sus delirios de persecución.

Hoy, el dueño de Morena y quienes le veneran por convicción o conveniencia, saben que va dejando de imponer respeto y en cambio siembra terror, para que no haya desobedientes en su reino. Y de eso, Ricardo Monreal Ávila es ejemplo a la mano.

El México dividido, el que polariza quien ha sembrado odio, destrucción de honras ajenas y se escandaliza de los clasistas, se encamina al precipicio y ni entre los cercanos al absolutista, se perdonan tener visiones de poder diferentes, como quedó evidenciado con los escupitajos que decenas de seguidores de Claudia Sheinbaum le lanzaron a Marcelo Ebrard, en ese circo mediático dominical.

Pero de todo esto no se quieren dar cuenta y como el pasaje bíblico del ciego que no quiere ver, los morenistas que gozan ser marionetas de Palacio Nacional palpan, intuyen, viven el despego cada vez mayor de una población pensante, que recuperó la sensatez y perdió el miedo de movilizarse, que espera el momento de verse reflejados en una figura, un liderazgo que garantice oposición verdadera y sin duda, le darán su millonario respaldo en las urnas.

Mientras tanto en el juego de la fantasía por saberse todos los días que ve su figura reflejada en el espejo palaciego como el más grande, el más popular, el más respetado, ese rey desnudo alimenta con sus excesos y atropellos desde el poder, a los que darán la pelea en las urnas, si es que antes no acaba por igual con el esquema de elecciones democráticas, como hasta ahora conocemos.

Y este riesgo también es cada vez mayor si observamos la timorata y cobarde actitud que guardan, ante las flagrantes violaciones a la ley, los magistrados del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, mientras el tirano trae a latigazos a lo que queda del Instituto Nacional Electoral, sometido por el verdugo de Macuspana.

En tanto se refocila con su logro de fichera de arrabal, que cree vender caro su amor, México repudia los excesos de poder, su historia lo demuestra y esta vez no será la excepción.

Hoy goza en su senil arrebato como logro comprar la conciencia de miles de acarreados pero nada le garantiza que esto se repita en las elecciones del 2024.

Él lo sabe, ellos lo saben, los millones de mexicanos disidentes también, y van por su revancha en las urnas.

Vale…

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