Alfredo Ramírez, lacayo de su Majestad Andrés I
José Cruz Delgado
A su Majestad Andrés I, le gusta vivir de la lisonja, del aplauso, como las grandes estrellas de Hollywood, que lo admiren, que se le pongan de rodillas quienes lo rodean y lo obedezcan sin chistar porque su palabra es ley.
Dentro de su retorcida mente esquizofrénica piensa que es el Dios que el pueblo de México esperaba, y los postulados de su partido Morena, la Biblia, que es el nuevo Mesías y todos, absolutamente todos le tienen que rendir pleitesía.
Por eso bendice a las y los gobernadores surgidos del morenismo, a quienes toma bajo su manto protector, para él son sus profetas en los estados que deben predicar la doctrina de su descabellada Cuarta Transformación, y debe cumplirse sin importar el cómo, cueste lo que cueste, a como dé lugar, y cuidado con aquel o aquella que desobedezca.
Desde antes de tomar posesión de su cargo ya tienen las órdenes de lo que deben hacer, y su primera orden es perseguir y encarcelar a los adversarios políticos, como sucedió en Michoacán con Alfredo Ramírez Bedolla, a quien le encargó desde un inicio que le buscara y encarcelara a Silvano Aureoles, con quien tuvo desencuentros.
Los gobernadores se achican anta la presencia del “amo” e inclinan la cabeza. “A la orden mi’amo, lo que usted ordene mi’amo, no tenga pendiente, su orden será cumplida”.
Al amo lo que pida, a los gobernados, migajas si es que las hay. Primero hay que quedar bien con el abusivo y mitómano morador de Palacio Nacional, no hay que dar motivo para que se moleste o su furia caerá sobre ellos.
Los gobiernos morenistas al interior del país son, cuevas de hipocresía, corrupción y abuso de poder, pero delante de su Majestad Andrés I, se convierten en enanos.
Las y los gobernadores, lacayos incondicionales, requieren de palmaditas de su Majestad, por eso obedecen sus órdenes ciegamente y al igual que él violan las leyes y avala sus conductas y honorabilidades, cuando la de él mismo, está en duda desde hace mucho tiempo.
A su Majestad no le importan los negros historiales de sus funcionarios, lo que quiere es que lo obedezcan y se inclinen ante él, y no lo cuestionen, de esa manera les perdona sus pecados y les echa la bendición, por eso prevalece la corrupción al Interior de su imperio, incluyendo en los estados gobernados por Morena.
Ganar a cómo dé lugar es la orden, eso sucedió en Michoacán con Alfredo Ramírez Bedolla, ganó con el presunto apoyo de grupos fácticos por eso la legitimidad de su mal está en tela de juicio, pero además él no gobierna, las órdenes las recibe de Palacio Nacional, dónde habita su Majestad porque su modesta vivienda se le hizo poca cosa.
No gobierna Ramirez Bedolla, es sólo un sirviente más de Andrés I.
Por cierto, también el espurio gobernador tiene sus lacayos, están por ejemplo Giulianna Bugarini, Fidel Calderón, Juan Pablo Celis, Juan Carlos Barragán, César Erwin Sánchez Coria, entre otros, que le festejan todas sus ocurrencias y tampoco lo cuestionan por sus desaciertos.
Por eso Michoacán está en la mediocridad en todos sus aspectos, eso sí, por lo único que se caracteriza está administración es por su mitomanía.