Visión Crítica
Leopoldo González
Ivabelle Arroyo ha escrito en Letras Libres de julio un artículo muy interesante, en el que desmenuza las debilidades y fortalezas del próximo gobierno en México.
Pocas épocas de nuestra historia se parecen tanto a la que hoy vivimos: México se ha hecho y rehecho a sí mismo contra viento y marea, desde las costuras negras y amargas de la adversidad. Hoy es diferente: alguien destruye lo creado por todos para lanzarlo al vacío de una oscuridad que hoy resulta inimaginable.
Al margen de que el destructor ve en el festín de la ruina su propia gloria, no hay locura que triunfe de modo permanente contra la razón, porque el karma existe.
A días de que concluya su mandato, López Obrador le deja a la señora Sheinbaum un país hecho añicos, que huele y sabe a tragedia. Y la legión de los prófugos de la neurona se lo aplaude y festeja a rabiar. Allá ellos: también heredarán el viento.
Sólo una visión enferma de sí misma, puede explicar que quien se va deje decisiones tomadas en casi todo y para todo al nuevo gobierno. Franco, el dictador de derecha “por la gracia de Dios”, en sus últimos días en el poder hizo este alarde: lo dejaba todo “atado, y bien atado”.
La presidencia que reciba Claudia Sheinbaum será un dolor de muelas, cuando no un Talón de Aquiles o un nudo ciego. Será necesaria una alianza con todos los sectores y clases sociales que el gobierno de López Obrador humilló y ofendió, para darse un margen de maniobra y tomar la ofensiva frente a la nomenclatura populista.
Además de un triunfo que la oposición llama megafraude cibernético de Estado y una herencia envenenada, la señora Sheinbaum recibe una posición de poder en la que ha sido humillada y denigrada su investidura.
Ivabelle Arroyo ve en la habilidad y en el “bono simbólico” de la señora Sheinbaum, la posibilidad de desmarque y de enviar un mensaje de realineación a las fuerzas guindas en todo el país.
Claudia Sheinbaum está llamada a forjar la imagen de un gobierno con su temple, su visión y carácter, y eso sólo podrá hacerlo si crea su propia fuente de poder, si construye una legitimidad centrada en ella y da a su gobierno el despliegue de una visión contracíclica y alejada de los delirios del personalismo tóxico de ayer.
Reconstruir la pluralidad y el diálogo político que el obradorismo destruyó, abrir un contacto directo de la presidencia con la sociedad civil, establecer una interlocución con los sindicatos y las organizaciones sociales y oxigenar el ambiente nacional, es básico para gobernar y mantener la estabilidad en el país. Y quizás ayer fue tarde para hacerlo.
El síndrome de Hybris no falla, para explicar los efectos hipnóticos del poder: cuando alguien tiene casi todo el poder, no sólo lucha por preservarlo, sino que quiere más. El poder es una de las indigestiones más locas y desordenadas de la condición humana. Es curioso: los animales son más sanos y confiables en el uso del poder.
La señora Sheinbaum sólo tiene dos caminos, si realmente desea usar los símbolos del poder a su favor: despedir el pasado con astucia de mujer, marcando su propio territorio, y ganarse al país con un golpe de timón que de amplia legitimidad a su gobierno. De otro modo pasará a la historia como el garabato de una sombra, el personaje menor de una obra de teatro que ella no escribió ni dirigió.
El encuadre de la disyuntiva figura en dos gobernantes michoacanos: la solución a lo Pascual Ortiz Rubio, “El Nopalito”, que en el Maximato la hizo de agachón y tocó las fronteras de la ignominia para portar la banda presidencial, o la solución a lo Lázaro Cárdenas del Río, que no por dignidad sino por poder envió a Plutarco Elías Calles al exilio.
Una vez en la vida la gente tiene que decidir si es la proyección o el alter ego de alguien más, o si tiene la levadura y el empaque para afirmar su personalidad y marcar su territorio.
La señora Sheinbaum vive el mejor momento de su historia personal: de ella dependerá hacer que México viva el peor o el mejor momento de su historia. De ella y de nadie más.
El trazo que deja el inquilino de Palacio al nuevo gobierno no es un trazo teórico ni un mapa ideológico: es un cuatro, una celada o una camisa de fuerza, para evitar que el nuevo equipo gobernante despliegue su energía por caminos distintos a los marcados. Hay quienes ven en esto una maniobra genial: yo veo en esto una perversidad patológica y una maldad de otro nivel.
México podría salirse de control, de un momento a otro, por la herencia envenenada del obradorismo y por la lentitud con que el nuevo gobierno tome en sus manos los hilos del poder.
La señora Sheinbaum tendrá que apresurar, sin demora, el control orgánico de su propio gobierno: ayer fue tarde.
Pisapapeles
Escribió Voltaire: “Cualquiera que tenga el poder de hacerte creer idioteces, tiene el poder de hacerte cometer injusticias”.