Se convirtieron a la secta de la 4T
Si entre las muchas verdades eliges una sola
y la persigues ciegamente, ella se convertirá
en falsedad, y tú en un fanático.
Ryszard Kapuściński
Arturo Suárez Ramírez/@arturosuarez
Hay voces que insisten en calificar a los seguidores de López Obrador y de su 4T como miembros de una secta, un grupo de fanáticos que defienden sin freno ni medida su creencia infundada, no sucumben ante la fuerza de las evidencias y hacen lo que sea, insisto lo que sea por defender a su mesías que es dueño de la verdad, propietario de la justicia, sentencia y perdona los pecados más grandes si se le pega la gana y su grey es capaz de cualquier cosa con tal de agradar, de que el superior moral los vea, para un movimiento de esas características el pensamiento crítico es un peligro, debe imperar la ignorancia y es preponderante el adoctrinamiento, aunque se diga que hay plenas libertades.
Durante los sexenios de Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón y de Enrique Peña Nieto me divertí al mismo tiempo que me indigné con el trabajo del director Luis Estrada que retrataba en sus filmes la realidad más cruda del México gobernado por el PRI y el PAN. “La Ley de Herodes” de 1999, presentaba lo más arcaico de los priistas, sus liturgias, sus ideas de anteponer al partido y se llamaban hombres de Estado, aunque por debajo de la mesa siempre la putrefacción, mientras los paganos el pueblo al que le sacaban todo y lo sumieron en la pobreza por décadas, más de 70 años, hasta que llegaron los panistas.
Con la llegada de Fox a Los Pinos crecieron las esperanzas de por fin alcanzar la democracia, pero la realidad superó a la ficción y pronto entendimos que los panistas echaron por la borda una gran oportunidad de cambiar.
El cineasta Luis Estrada y Damián Alcázar seguramente se estuvieron relamiendo los bigotes, observando, recopilando información, trabajando en el guion de otra joya del cine, en tiempos de la guerra contra el narcotráfico y en pleno bicentenario de la Independencia y centenario de la Revolución vio la luz “El Infierno” del 2010, vaya que causó revuelo, pero con todo y los intentos para frenar su exhibición se presentó, de nuevo Alcázar dio cátedra de actuación que realmente era una protesta para el régimen.
En una tercera entrega y en tiempos de las reformas estructurales del Estado de Enrique Peña Nieto se estrenó “La Dictadura Perfecta” 2014, ahí se contaba la historia de un telepresidente bobalicón que había sido construido desde el poder de las televisoras, mostraba los montajes de Genaro García Luna y la complicidad de los medios de comunicación, una severa crítica pero necesaria para el momento histórico que vivía el país, la ciudadanía estaba hasta la madre de tanta corrupción del “nuevo PRI” encabezado por Peña, su gabinete y gobernadores, varios encarcelados y otro se dieron a la fuga.
Ahora se viene una película nueva de Luis Estrada y protagonizada por Damián Alcázar, titulada ¡Qué Viva México!, la cinta da continuidad a las anteriores en palabras del director se tratará de la polarización que vive el país, pero se anticipa que sean puras loas para el caudillo.
Varios de esos severos críticos se convirtieron en seguidores incondicionales de López Obrador, otros artistas e intelectuales vieron su verdadero rostro y se alejaron después de la elección del 2006 y aquella fumada de la “presidencia legítima” que duró unos meses y que sirvió para hacer campaña por lo menos dos sexenios más.
En 2018 cuando López Obrador se convirtió en presidente, Damián Alcázar y Epigmenio Ibarra se transformaron en lo que tanto criticaron.
El primero se mimetizó con sus personajes o serían una fiel representación del que despacha en Palacio Nacional.
El segundo hizo una gran fortuna con sus telenovelas y series que hicieron apología de la violencia y que se inyectaban todas las noches en televisión abierta, hoy son superiores morales, pero no explican qué pasó con el préstamo de 150 millones de pesos.
Así convertidos en garbanceros de López, arrastrando el prestigio porque no hubo congruencia de permanecer en la crítica y el rigor del arte, hoy justifican el mal trato que López Obrador da a los periodistas, no a los medios, a las mujeres y hombres que hacen su trabajo cotidiano e incomodan al mandatario.
Otros inyectan veneno desde las tribunas en las que participan, pero se pandean en la primera marcha que participan. Hubiera sido excelente ver un trabajo en cine como aquellas películas que hicieron crítica y cuestionaron al poder, pero estos decidieron convertirse en parte de la secta y ser un remedo de sus personajes… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima