Sinopsis política
José Salatiel Arroyo Zamora
Sinaloa es un ejemplo claro de la cruda realidad que azota al país, donde la gobernabilidad institucional no existe, el estado de Derecho está peor que las carreteras de Michoacán: todo socavado, y las garantías individuales o derechos humanos, eliminados de facto.
Pues el control hegemónico (territorial y gubernativo) lo tienen y ejercen los grupos del crimen organizado, como sucede en la mayor parte de la geografía nacional.
Lo que no sólo es tolerado, sino abiertamente reconocido por las propias fuerzas armadas del gobierno mexicano, que se han atrevido a aceptarlo públicamente. Lo que sucede, es que luego no leemos, ni indagamos y aceptamos como dogma lo que se dice en “las mañaneras”, considerando al emisor como poseedor de la verdad absoluta, sin atrevernos a dudar, mucho menos a cuestionar.
No obstante, a los ochos días de intensificados los enfrentamientos entre grupos delincuenciales en Sinaloa, el comandante de la Tercera Región Militar, con sede en dicha entidad, el general Jesús Leana Ojeda, en conferencia de Prensa … sin estar bajo presión alguna de los comunicadores… (sí, porque ahora los malos son los periodistas), declaró que la seguridad del estado no depende del Ejército, sino de los criminales.
El alto mando militar textualmente dijo: “La seguridad de los sinaloenses no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos, que dejen de hacer su confrontación entre ellos y estén dejando a la población en paz, para que vivan con tranquilidad”. Jamás en mi vida esperé escuchar algo así, ni ver nuevamente a un jefe de alto rango, esos que alardean “Lealtad Institucional como Principio y Seguridad Nacional como Objetivo”, humillarse de tal manera.
Lo único rescatable, es la sinceridad del mando castrense, pues es cierto lo que afirmó. Pero que lo acepte un General del Heroico Ejército Mexicano, el último recurso para la protección de la soberanía nacional y la seguridad interna de la Patria, es sumamente delicado. Sin embargo, se entiende, esa es la línea que han recibido del “Comandante Supremo de la Fuerzas Armadas”, asumir una actitud abyecta con el crimen organizado.
Además de tolerancia y brindarles impunidad, mientras que todo el odio y fuerza del estado debe canalizarse en contra de los adversarios políticos. Para reforzar lo manifestado por el General Leana Ojeda, al día siguiente, el presidente Andrés Manuel López Obrador fijó su postura en “La mañanera”, manifestando que no había porque escandalizarse por lo que está pasando en Sinaloa, cuando en Guanajuato está peor, hay más asesinatos, dando cifras al respecto, luego de culpar a los medios de comunicación por magnificar la violencia, “los medios vendidos, alquilados”.
Agregando el mandatario nacional, que es probable que sea el doble el número de los ejecutados en Guanajuato, con los asesinados en Sinaloa. Haciendo a un lado la obligación del poder ejecutivo y las fuerzas armadas de impedir la comisión de delitos -especialmente los de alto impacto, como son los homicidios colectivos-, así como aprehender a quienes infrinjan la ley.
En lugar de justificar a los criminales con declaraciones desafortunadas y repartiendo culpas a periodistas y al mismo poder judicial (jueces y magistrados), a donde difícilmente llegan los detenidos o las carpetas de investigación robustecidas para ser vinculadas a proceso.
A todos nos consta (aunque muchos se niegan a aceptarlo) que el gobierno federal no ha detenido, ni detendrá, a ningún capo o cabecilla del crimen organizado.
Aprehenden y aplican “todo el peso de la ley”, y hasta los asesinan en “enfrentamientos”, a los viciosos, “tecatos” les dicen ellos, personas consideradas escoria, que ni los mismos criminales soportan ya, por su elevado grado de intoxicación, resultándoles difícil controlarlos, y los usan como carne de cañón, enviándolos al frente en las emboscadas con los grupos contrarios o los “ponen con la ley”, para que se paren el cuello simulando combatir la inseguridad y violencia con el abatimiento o detención de esos “peligrosos criminales”, en condiciones de discapacidad.
En tanto, los personajes útiles a los carteles, son intocables, no se diga los cabecillas. Estos tienen más poder y control que el propio gobierno, que nada más se dedica a mentir, maquillar cifras y engañar ingenuos.
Si duda de lo anterior, revise las declaraciones del presidente AMLO respecto a Sinaloa, tratando de minimizar los enfrentamientos y culpando a la prensa de magnificar la violencia, que observadores internacionales y periodistas extranjeros califican o comparan con una guerra civil que, en dos semanas ha dejado 50 muertos y 70 secuestrados. Exhibiendo el vacío de autoridad gubernamental, que se padece no nada más en Sinaloa, si no en todo el país.
Mientras en Michoacán, públicamente (porque no confían en las autoridades), decenas de personas han estado denunciando ser víctimas de secuestro, extorsiones, violación sexual de sus hijas, cobro por mercancías (hasta tres impuestos tienen que pagar por un mismo producto, afirman), por parte de mandos del crimen organizado. Proporcionando nombres y apellidos.
Particularmente en la región de Tierra Caliente, del Valle de Apatzingán. Acusando ante el presidente de México directamente al gobernador del Estado y funcionarios de primer nivel de su gabinete. Sin que haya reacción o respuesta alguna de la federación. Pues todos los delincuentes son lo mismo, pertenecen a la misma mafia del poder. Respecto a los medios de comunicación que intentan mover consciencias, son lo peor del país para el presidente, no los criminales que siembran terror, asesinan, secuestran y extorsionan.
Ellos son seres humanos que merecen respeto y hay que darles abrazos. Los balazos son para los periodistas.
EL RIESGO DE SER OPOSICIÓN EN UN RÉGIMEN AUTORITARIO
Por lo anterior, es que, el mejor gobierno es aquél que mantiene a su pueblo, a los gobernados, en paz y trabajando, generando satisfactores. No confrontados, mucho menos en guerra. Sin embargo, en nuestro país hemos elegido corruptos, impostores, ladrones y traidores, pero no queremos aceptarlo y nos negamos la oportunidad de rectificar, convirtiéndonos en cómplices por omisión e inconciencia.
No queremos entender que la corrupción no se debe disculpar, justificar, ni perdonar, sino combatir y castigar, para evitar la impunidad y se reproduzca con el mal ejemplo la descomposición. Quien crea que el gobierno es quien combatirá la corrupción, está completamente equivocado.
Eso jamás sucederá, porque el gobierno es la corrupción. Por eso duele, cuando un ciudadano común, que no es funcionario público, ni de partido, defiende a un gobernante incompetente o corrupto y justifica a un representante popular indolente.
De los empleados públicos y de los partidos políticos se entiende el vergonzante nivel de entreguismo y servilismo, que defiendan de manera obcecada al régimen, tienen que hacerlo, por el hueso, el salario o posición. Pero no se explica en los ciudadanos que están siendo víctimas de esas políticas erráticas.
Pero más ofende que, quienes engañaron a los votantes, haciendo creer ser opositores, generadores de equilibrio ante el centralismo y abuso de poder, por privilegios y unas monedas, traicionen la confianza en ellos depositada. En tanto se justifican alegando “convicciones y coincidencias ideológicas”.
Lo que sabemos hace décadas no existen en política partidista, donde abunda el pragmatismo y ambición descontrolada por el acaparamiento individual de dinero y poder.
Continuará…