En el mes de la mujer, en Mexicanos Primero hacemos un llamado a reconocer a la escuela como un espacio donde se aprenden valores, hábitos, actitudes, tradiciones, formas de comportamiento y de pensar, y exigimos a las autoridades educativas garantizar programas y formación para que las y los docentes cuenten con herramientas que les permitan atender la desigualdad y violencia de género en sus comunidades escolares, a fin de crear ambientes libres de discriminación para niñas y mujeres. Si en la escuela no sucede esto, ¿qué esperamos que pase fuera de ella?
Para contar con evidencia de lo que sucede en las escuelas, la organización realizó diversos conversatorios en los que participaron niñas y mujeres -alumnas, maestras, figuras directivas, autoridades educativas, académicas, mamás-, charlas en las que encontramos que, aunque hay esfuerzos y avances en el camino a la igualdad, las escuelas no son todavía espacios 100% libres de discriminación por género.
La escuela de educación básica es el lugar donde se forma a 11 millones 912 mil 720 niñas y jóvenes como ciudadanas y 12 millones 201 mil 060 niños y jóvenes como ciudadanos; por lo tanto, se espera que la perspectiva de género sea un eje transversal en los aprendizajes para ayudar a la construcción de una sociedad más justa, equitativa, libre de violencia.
Sin embargo, las cifras y los testimonios recopilados nos hablan de una desigualdad en las escuelas que afecta a las mujeres; la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2021 nos dice que la escuela es el cuarto sitio donde se ejerce mayor violencia contra las mujeres. Y la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las relaciones en los Hogares 2021 muestra que 32.3% de las mujeres de 15 años y más que han asistido a la escuela, experimentó algún tipo de violencia a lo largo de su vida escolar; la violencia física (18.3%) fue la de mayor prevalencia a lo largo de la vida escolar, en tanto que la violencia sexual (13.7 %) fue la más experimentada en los últimos 12 meses.
Estas cifras se corroboran con algunos de los testimonios recopilados en el cuadernillo Escucharnos, como el que nos compartió la madre de una niña que cursa educación básica: “Voy a contar una experiencia mía, yo sí tuve acoso escolar. Cuando iba en quinto grado, tuve un maestro que siempre me dejaba notitas en la mochila: `es que me gustas mucho´, me daba miedo, de hecho, yo siempre era la niña que llegaba al diez para las ocho porque entrábamos a las ocho y yo no sabía ni qué hacer; me quedaba fuera de la escuela, esperaba a que llegaran otras compañeras”.
Las estudiantes no son las únicas afectadas, también 849.185 maestras (70.2% del total de docentes) pueden experimentar las desventajas propias de la desigualdad de género; por ejemplo, ellas ganan menos que sus compañeros hombres a pesar de que las funciones que realizan son las mismas.
En el tercer trimestre de 2022 los maestros percibieron un sueldo de 7.600 pesos, mientras que las maestras 6.400 pesos aproximadamente, sin que exista una explicación de esta diferencia. Y en los puestos de supervisión, datos de Mejoredu muestran que, con excepción de preescolar, todos los niveles y tipos educativos reportaron una mayoría de hombres que ocuparon dichos puestos: en primaria 62.3% y en secundaria 72.4%.
En las aulas ellas siguen siendo vistas y tratadas de forma diferenciada por sus compañeros.
“[…] hay compañeros que consideran que, como mujeres solo somos buenas como secretarias. Una vez haciendo un documento, (un maestro) dice ‘que lo hagan las mujeres porque escriben bonito’ y se fue y se lavó las manos, o sea, ni siquiera nos ayudó a dar ideas para el documento…”
“(por ejemplo) si estamos aspirando todos para la promoción horizontal y luego me piden tantas horas de cursos, o hasta 200 horas de curso. Pues a la mejor, la maestra mujer no tiene las mismas oportunidades que el maestro hombre de hacer cursos, porque la maestra además ayuda a la familia. Y entonces, pues, el maestro solo dice: oye voy a un curso´ y se va, y la maestra tiene que pensar
híjole los niños, pero y la comida y no sé qué, no pues ya no puedo ir al curso´. El sistema dice que sí se nos da la misma oportunidad, pero socialmente se nos limita”.
En esta desigualdad existen inquietudes como el uso de los uniformes. A pesar de que en algunas entidades como la Ciudad de México, desde 2019 las niñas pueden optar entre usar falda o pantalón según su preferencia, en muchos otros estados sigue habiendo distinción de uniforme para ellas, sin tomar en cuenta el clima, o la comodidad que el pantalón les da para correr, brincar o jugar. El foco en las escuelas debería estar en que ellas aprendan y participen plenamente y que la escuela sea un espacio libre de violencia y no en si usan una prenda o la otra, lo cual constituye una decisión personal.
Otra muestra de la desigualdad es el lenguaje usado en materiales didácticos. Reconocemos que en la materia de formación cívica se integran conceptos como la igualdad de género, pero se siguen reforzando estereotipos al presentar en otras materias como matemáticas, problemas en los que “Don Vicente tiene una tienda, mientras que la abuela borda 8 manteles”, o bien, “Pedro tiene 3 balones y Sofía cinco muñecas”; y no solo eso, precisamos que se ponga especial atención en temas que afectan a las niñas, por ejemplo, la menstruación.
Un paso fundamental es empezar por escuchar a las maestras, estudiantes, académicos y autoridades educativas que buscan cambiar las prácticas discriminatorias para que esta desigualdad desaparezca y generar espacios en los que se sientan seguras para manifestar lo que quieren y lo que les molesta.
Solicitamos mayor atención a los reglamentos sobre uniformes y deportes, y exigimos formación docente adecuada. Sin ella, no bastarán los diálogos, los espacios, los libros de texto, los planes y programas. Sin formación docente es injusto pensar que está en manos de las maestras y los maestros participan en cambios sistémicos como el que la perspectiva de género demanda. No se trata de contar con una materia aislada o con algunas prácticas escolares para lograr mayor igualdad, esto es un buen inicio, pero necesitamos que todo el funcionamiento de la escuela y el sistema educativo sea paritario y promueva igualdad de oportunidades entre niñas y niños, hombres y mujeres.
No queremos felicitaciones mañana. Queremos que el derecho a aprender se garantice para cada niña y mujer; que existan las mismas oportunidades de entrar a la escuela desde el preescolar, y que aprendan y participen plenamente en su proceso educativo. Que ninguna se quede fuera o deba enfrentar barreras mayores por ser mujer.