LA COSTUMBRE DEL PODER
Gregorio Ortega Molina
*Lo que determine el futuro de la relación entre el presidente de la República y la doctora Sheinbaum Pardo no ocurrirá en días, o semanas, quizá meses, o años, pero nada permanecerá como lo suponen previsto
El auténtico, el verdadero desafío de la doctora Sheinbaum Pardo sólo puede ser resuelto por ella, pues únicamente debido a su voluntad y entereza y conocimiento del problema, le corresponde determinar -en la más íntima de sus intimidades- momento, hora, lugar y modo de dar por arreglado cualquier pendiente.
A ella corresponde decidir si quiere ser la presidenta de la República, con todas las prerrogativas y responsabilidades constitucionales, o bajar un peldaño y asumir como la vicepresidenta con funciones de titular del Poder Ejecutivo, pues al fin y al cabo Andrés Manuel López Obrador parece dispuesto a sacrificarse un tiempo más allá de lo marcado por la Constitución. Está dispuesto a regresar si su sucesora se lo pide, de ese tamaño.
Total, que no le vengan al todavía presidente de la República con el cuento de que la ley es la ley, por eso está empeñado en la reforma al Poder Judicial de la Federación y en la desaparición de los organismos autónomos, de todas maneras, a quién o quiénes sirve la transparencia, si lo que debe saberse es declarado tema de seguridad nacional, y vedado a ojos extraños por muchos años, más que lo que tarden en edificar su segundo piso.
Imposible equiparar con sucesos similares ocurridos entre los que llegan y los que forzosamente deben hacer mutis. Que si Cárdenas y Calles, o Gustavo Díaz Ordaz y Luis Echeverría, o este y José López Portillo, o Salinas y Zedillo. Todos los seres humanos vencidos a la compulsión del poder, son distintos por naturaleza.
El poder es unipersonal, se delega, pero nunca se comparte. Luis XIV y Robespierre lo supieron a destiempo, lo mismo que Napoleón, Fouché y Talleyrand, o Stalin y Trotski. En las disputas políticas es necesario encontrar la solución y tener el pálpito de aplicarla en tiempo y forma, de otra manera ocurrirá al desacertado lo que sucedió a Francisco Serrano, a Villa, a Felipe Ángeles, a Zapata. Llegar antes o después es no estar para la historia que se desea construir.
Lo que determine el futuro de la relación entre el presidente de la República y la doctora Sheinbaum Pardo no ocurrirá en días, o semanas, quizá meses, o años, pero nada permanecerá como lo suponen previsto.
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