Líbano, el amargo sabor de su historia

LA COSTUMBRE DEL PODER

Gregorio Ortega Molina

*Ahí está Maalouf para evocarlo: “¿Era verdaderamente lo esencial? La importancia de la función no es, después de todo, un asunto de apreciación. El hombre no ha entregado su parte de verdad. Es decir, los hechos y los sentimientos que lo acompañaron. ¿Cuándo una persona se relata, no es la tersa ruta a la mentira?” La PALABRA, sin los evangelistas, se hubiera perdido, muy a pesar del Espíritu Santo. Hoy no existen los que relaten con veracidad nuestro reciente pasado

Posiblemente mi apreciación sea incorrecta, pero considero que la bisagra entre los conceptos civilizatorios de Oriente y Occidente nace y se desarrolla en Líbano. Entender lo que han aportado a la humanidad anida en la historia y la cultura de esa nación. Las obras de Yibrán Jalil Yibrán y Amin Maalouf dejan constancia de que mi suposición puede ser correcta.

Escribió el primero: “Del hablador he aprendido a callar; del intolerante, a ser indulgente, y del malévolo a tratar a los demás con amabilidad. Y por curioso que parezca, no siento ninguna gratitud hacia esos maestros”; y “El silencio del envidioso está lleno de ruidos”. Tengo la certeza de que los mexicanos hemos aprendido, durante los últimos seis años, el significado de ambas reflexiones, porque además repitieron las sandeces con micrófono, a nivel nacional y en las redes sociales. Intoxicaron al país.

Maalouf es más próximo al concepto cristiano de civilización. Sus novelas y ensayos facilitan la compresión de lo que resulta del matrimonio entre oriente y occidente. En Las escalas de Levante indica: “… Prefiero callarme. Al menos en público. Los que hablan demasiado alto bloquean se quehacer. En estos tiempos difíciles es necesario medir las palabras, saber a quién van dirigidas, saber a cada instante lo que se desea y a dónde dirigirse. Todavía todo es posible, nada está perdido. A condición de permanecer solidarios. Y prudentes”.

¿Para qué tanta muerte en Medio Oriente? Arrasar la franja de Gaza, amagar a Jordania, y ahora empeñarse en bombardear Líbano, tan solo para destruir a un ideólogo. Nada hemos aprendido, los políticos, terroristas, guerrilleros, ideólogos transformados en mártires trascienden más allá de los deseos de quienes los combaten.

¿Hay más trotskistas en el mundo, o es mayor el número de estalinistas? Uno falleció en su recámara, el otro murió en un hospital mexicano acallado por sus enemigos.

Si los rabinos no se empeñan en crucificar a Cristo, el cristianismo ¿sería y significaría lo que hoy es y representa? Los mártires son fundadores de mitos, generan adeptos, crean movimientos sociales y políticos. Es posible que hoy, en México, haya más colosistas que salinistas.

Ahí está Maalouf para evocarlo: “¿Era verdaderamente lo esencial? La importancia de la función no es, después de todo, un asunto de apreciación. El hombre no ha entregado su parte de verdad. Es decir, los hechos y los sentimientos que lo acompañaron. ¿Cuándo una persona se relata, no es la tersa ruta a la mentira?”

La PALABRA, sin los evangelistas, se hubiera perdido, muy a pesar del Espíritu Santo. Hoy no existen los que relaten con veracidad nuestro reciente pasado.

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