Andrés Manuel el pico de oro que se sirve del cabotaje como venganza
Gregorio Ortega Molina
*Más claro no puede ser escrito. Llevamos cuatro años de escuchar zarandajas dichas por un pico de oro, que nada puntualiza, todo incumple, salvo sus amenazas. El cabotaje irá, faltará saber quiénes lo aprovechan
Son los márgenes de seguridad los que determinan el uso de una terminal aérea o cualquier otro medio de transporte, pero también la accesibilidad y lo cómodas que sean las instalaciones. Los aterrizajes y despegues del avión presidencial de Estados Unidos son decididos por su servicio secreto, responsable de preservar la vida del huésped de la Casa Blanca, y no por el presidente mexicano, empeñado en eludir su responsabilidad al haberla cajeteado con el AIFA.
Obsesionado con vengarse de las líneas aéreas de capital nacional que se niegan a usar el AIFA, el presidente impulsa el cabotaje a manera de mantener la guillotina sobre esas empresas.
Deseoso de encontrar una explicación a ese proceder en contra de sus gobernados, me topé con un texto de Irene Vallejo incluido en su libro El futuro recordado. Ambigüedad puntualiza: “Las palabras sirven a veces para explicar; el resto del tiempo, para ocultar. Con frecuencia las situamos en una penumbra indefinida, de donde, pase lo que pase, las podemos recuperar afirmando que teníamos razón.
En las difíciles encrucijadas de la política, los líderes caen a menudo en la tentación de hablar sin pronunciarse. De exhibir su habilidad en el arte del escapismo. De inventar expresiones enmarañadas, condicionales y opacas con las que esquivar airosamente las preguntas decisivas.
“Pero esas tretas resquebrajan los cimientos de la democracia, que nació en Grecia como una ambiciosa estructura, no de piedras, sino de palabras. Entonces, por primera vez, los razonamientos enunciados y escuchados sustituyeron a los imperativos del gobernante por derecho divino. Ese audaz experimento político de los atenienses arraigó gracias a un hallazgo fabuloso: la invención de un espacio público donde los ciudadanos podían tomar la palabra entre sus pares. Tal como sus creadores lo soñaron, allí se acudía a debatir, no a recibir órdenes, a admirar el poderío del soberano ni a servir de masa para el demagogo. A cambio existía la obligación de hablar claramente y las ambigüedades eran consideradas un defecto moral. En su estela también nosotros deberíamos exigir nitidez a esos políticos que tienen el pico de oro, pero nunca hablan en plata”.
Más claro no puede ser escrito. Llevamos cuatro años de escuchar zarandajas dichas por un pico de oro, que nada puntualiza, todo incumple, salvo sus amenazas. El cabotaje irá, faltará saber quiénes lo aprovechan.
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