Desorden y crispaciones I/II
Gregorio Ortega Molina
*Están empeñados en enardecer los estados de ánimo, porque el plan c apuesta a la cancelación de las elecciones presidenciales debido a la violencia. Legalmente es imposible, constitucionalmente ni pensarlo, pero por lo que llegue a suceder en las calles, como lo que estuvo a punto de ocurrir en el Congreso de Estados Unidos, podría hacer de México un Estado de excepción, no ya un narco Estado
El problema con el actual gobierno, es que procede con dolo, porque le da resultado para promover el desorden, de éste pasar a las crispaciones sociales, la confrontación y, por qué negarlo, a la posibilidad de una guerra civil. Así nada más beneficia a la extrema derecha.
El desorden le facilita mangonear a sus gobernados, y ocultar la mano con la cual lanza las piedras, del tamaño de pedruscos asesinos. Todos, incluso los que se consideran resguardados por sus relaciones o su dinero, nos convertimos en víctimas de quien por mandato constitucional debiera preservar nuestras vidas y bienes.
Desconozco los propósitos para el proceder del presidente de la República, salvo el de cumplir su compromiso con quien o quienes lo sentaron en la silla del águila. El costo para México es alto, y el precio que ya paga la sociedad entera, trasciende la capacidad de resistencia y organización para mantenerse unida, con empatía y conceptos compartidos, tales como patria e identidad. Se empeña, Andrés Manuel López Obrador, en convertirnos en lo que no somos ni podremos llegar a ser.
En el pasado entre paréntesis, Irene Vallejo recupera para sus lectores una reflexión de Plutarco: “En uno de sus ensayos avisa de los peligros que representan los gobernantes obcecados en alimentar los rencores de su pueblo como fuente de poder y privilegios. Allí nos deja una reflexión de impecable actualidad: La política se define precisamente como el arte de sustraer al odio su carácter eterno”.
El significado de la quema de la imagen de Norma Lucía Piña -que de inmediato se empeñó en eludir toda responsabilidad quien lo promovió-, es claro y puntual, por la época y la tradición. Ocurrió en cuaresma, ese monigote que representó a la presidente de la SCJN no era otra cosa sino un Judas, que debía arder como arden esas figuras durante sábado santo, los traidores quemados por los fieles.
Están empeñados en enardecer los estados de ánimo, porque el Plan C apuesta a la cancelación de las elecciones presidenciales debido a la violencia. Legalmente es imposible, constitucionalmente ni pensarlo, pero por lo que llegue a suceder en las calles, como lo que estuvo a punto de ocurrir en el Congreso de Estados Unidos, podría hacer de México un Estado de excepción, no ya un narco Estado.
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