Adiós al Estado de bienestar
Gregorio Ortega Molina
*Debemos asumir como inaplazable tarea cívica y cultural, dejar de responsabilizar a los gobernantes de nuestro propio fracaso. Les entregamos confianza a ojos cerrados, escuchamos atentos sus discursos, y muy pocas ocasiones comparamos sus promesas con los resultados. Nada que ver, pero nunca fuimos capaces de exigir el cambio de modelo político de gobierno, para asegurarnos de que en asuntos de incumplimiento y corrupción podían terminar, de seguro, con sus huesos en la cárcel. Ellos y sus enriquecidos familiares
Las generaciones de treinta años hacia abajo, ni la más remota idea tienen de lo que fue el proyecto del Estado de bienestar. ¿Por qué permitimos que se convirtiera en disolvencia cinematográfica desde los malos gobiernos? ¿Cuándo perdimos el control de nuestro destino como sociedad? Para desestructurarlo, no hicieron una de esas consultas populares “gansito”, que no fueron vinculantes, como esa que destruyó el AICM.
De seguro nadie recuerda la exposición de motivos para crear el IMSS, el ISSSTE, el seguro popular, los bancos de desarrollo o Nacional Financiera. El sentido social del proyecto de la Revolución, ¿dónde quedó? ¿Qué fue de la redacción original de los artículos 3°, 123, 127 constitucionales? En algún momento permitimos que nos arrebataran el proyecto de nación con el cual crecimos y nos alimentamos cultural, cívica, política y socialmente. ¿Puede rescatarse?
Debemos asumir como inaplazable tarea cívica y cultural, dejar de responsabilizar a los gobernantes de nuestro propio fracaso. Les entregamos confianza a ojos cerrados, escuchamos atentos sus discursos, y muy pocas ocasiones comparamos sus promesas con los resultados. Nada que ver, pero nunca fuimos capaces de exigir el cambio de modelo político de gobierno, para asegurarnos de que en asuntos de incumplimiento y corrupción podían terminar, de seguro, con sus huesos en la cárcel. Ellos y sus enriquecidos familiares.
Imposible no ver los resultados de lo que sucede en los institutos de salud, en el engendro que idearon para sustituir al seguro popular, como consecuencia de la casi extinción de las guarderías, con la encaminada “marxización” del modelo educativo, la destrucción de la credibilidad en la UNAM, al permitirse un amparo que le cierra la boca, para encubrir a una ministra de la SCJN falsaria.
Las dos grandes revoluciones del siglo XX están en el cesto de papeles, y los movimientos sociales que asoman la cabeza tienen los ojos de Daniel Ortega, la voz de Nicolás Maduro, la actitud de Evo Morales y el sombrero de José Pedro Castillo Terrones. Pero ninguno tiene la estatura para dignificar los proyectos de nación originales, los que surgieron de sus independencias.
¿Es modificable el concepto de bienestar? No, en la medida que es incompatible con el modelo educativo que imponen, la falta de medicamentos, los servicios de salud proporcionados por el Estado, tan deficientes como en ¿Dinamarca?
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