Otra vez la economía, el verdadero costo político de los programas sociales I/V
Gregorio Ortega Molina
*En su afán de ser algo más que un florero -decidido a asumirse como hombre de Estado- canceló el AICM en Texcoco, el que, de haber sido concluido, en este momento le aportaría los recursos requeridos para que el Banco del Bienestar respalde los depósitos en sus plásticos, en lugar de confiscar o robarse lo que es propiedad de los trabajadores
Entre 1982 y 2024 los tiempos político y económico se fusionaron en este país. Transitamos -sin avanzar- de la nacionalización bancaria y la expropiación de las cuentas en mexdólares, al asalto legal -al ser ordenado por el presidente de la República- de los fondos de las Afores. Del dinero ahorrado por los trabajadores.
Un único culpable. Manuel Andrés López Obrador, quien oculto en su engreimiento, su soberbia, su estulticia, su ignorancia, determina cómo y cuándo perjudicar más al México bueno y sabio, porque la mafia de su poder, los periodistas disciplinados a sus caprichos, tienen todo resuelto.
Escribió su adulador Jorge Zepeda Patterson que los plásticos del bienestar tienden a caducar en el tiempo, sin explicar cómo y por qué cesarán y en qué condiciones quedan los que dejarán de recibir ese dinero fiscal. Casi acierta.
Es el presidente de la República quien puso fecha de caducidad a los plásticos del bienestar, curiosamente similar a la crisis hídrica que hoy nos agobia. En cuanto los recursos fiscales -producto de las impuestos- dejen de proveer dinero para el “bienestar”, se iniciará un problema mayor: ¿cómo y de dónde cumplir con un programa constitucional, cuando desaparecen los recursos económicos para hacerlo? ¿Lo entenderán los que fueron acostumbrados a extender la mano?
Las equivocadas decisiones presidenciales en materia económica y de desarrollo, yugularon su proyecto, su idea de él mismo en la historia, y la posibilidad de trascenderse. Se redujo al tamaño de José López Portillo y Enrique Peña Nieto. Los últimos presidentes de la Revolución, el primero, y del presidencialismo priista, el segundo.
Pero desea conservar el poder y, al menos, obtener los recursos para dar terapia intensiva a su proyecto dorado: primero los pobres, por ello recurre a la confiscación de las Afores y lo disfraza de reforma legal, aunque no constitucional.
En su afán de ser algo más que un florero -decidido a asumirse como hombre de Estado- canceló el AICM en Texcoco, el que, de haber sido concluido, en este momento le aportaría los recursos requeridos para que el Banco del Bienestar respalde los depósitos en sus plásticos, en lugar de confiscar o robarse lo que es propiedad de los trabajadores.
Lo vergonzoso de este asunto es el comportamiento de la mayoría de los empresarios que, en su afán de servirse a ellos y no a su patria, callaron como momias, para recibir lo que escurriera de manos de los hijos de AMLO y sus primos.
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