LA COSTUMBRE DEL PODER

García Luna ¿cómplice de la DEA y el FBI?

Gregorio Ortega Molina

*Lo que sucede en el juzgado de Nueva York es una puesta en escena, es un distractor y, además, la decisión de restablecer el orden al sur del río Bravo. El espectáculo apenas inicia

En el mundo, salvo las excepciones, nos hemos dejado embaucar con el cuento del narcotráfico y las maneras de combatirlo. Se esfuerzan por evitar que nos enteremos de que, por encima de todo, es un lucrativo negocio en el que no importan las muertes.


Lo que a los gobiernos que dicen combatirlo les interesa, es el control de una enorme masa monetaria sin registros fiscales de ninguna nación. Es el dinero de la política, de los operativos que los gobiernos aprueban, necesitan, requieren para su “paz” interna, pero de ninguna manera reconocen, aunque entre una equivocación y un acierto enseñen las orejas.

El narcotráfico es un conglomerado multinacional, perfectamente ordenado de la cúspide a las bases, y cuando aparecen disputas o desconciertos, se zanjan con sangre porque el conflicto, casi siempre, es local y por los territorios o ser la cabeza de una parcelita de poder. Quienes mandan, los que viven en los rascacielos de Manhattan o en las residencias de Miami o Montecarlo, no sufren ni se acongojan. Están en la sombra, y siempre tienen al lado a quienes transmiten órdenes.

La Guerra del Opio no fue sino un reordenamiento del negocio, como lo fueron también las de Vietnam, Laos, Camboya, los Jemeres Rojos, Afganistán, Nicaragua y su inefable Oliver North. El narcotráfico descompone y recompone gobiernos, en tanto la caca no manche a la cúspide.

Suponer que quienes encabezan los diversos cárteles mexicanos son patrones, es uno error, como también imaginar que las autoridades nacionales (de todos los niveles) son impolutas. Quienes verdaderamente toman las decisiones, asumen las responsabilidades y confieren parcelas de poder, sólo advierten y obligan, nunca avisan una segunda vez, antes de que aceptes tu responsabilidad de peón de brega.

En México, durante otros gobiernos, se logró establecer cierto control y que los patrones reales aceptaran la corresponsabilidad. Hoy existen amplias zonas del territorio nacional donde mandan los barones de la droga, aunque no gobiernan. Cobra derecho de piso, nombran funcionarios y cesan a otros. No debiera de ser así.

Lo que sucede en el juzgado de Nueva York es una puesta en escena, es un distractor y, además, la decisión de restablecer el orden al sur del río Bravo. El espectáculo apenas inicia.

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