LA COSTUMBRE DEL PODER

Mexicana en manos militares, otro fracaso

Gregorio Ortega Molina

*Las exigencias económicas de los programas del bienestar obligan a otras consideraciones, y en ellas queda atrapado el futuro de la nueva Mexicana de Aviación, porque estará dedicada a dar lustre a la brillante idea del primer mandatario, para fomentar imagen de éxito sin importar costos. Operará en los linderos del subsidio y de la incomprensión de lo que establecen las diferencias entre empresa pública y privada

Es momento de que nos cuestionemos, con seriedad, sobre las razones por las cuales los militares decidieron entregar el poder político a los civiles en 1946, después de mangonear en México desde el jefe Carranza (que se comportó más como guerrero que como gobernante) hasta Manuel Ávila Camacho, quien se despidió con el triunfo de los Aliados sobre las fuerzas del Eje y la reconstrucción de Occidente.

Su administración pública es de claroscuros: la secretaría de Educación Pública nunca ha superado el brillo alcanzado con Obregón, pero tampoco la supresión cruenta de la oposición y los generales que ambicionaron sucederlo. Calles y Cárdenas fueron creadores de instituciones, que hoy todavía son columna vertebral de la República, pero también son responsables de enormes daños a la vida democrática, lo mismo a través del Maximato que con la creación de un monolítico movimiento obrero al servicio del partido en el poder, y distante de las necesidades reales de los trabajadores. La larga vida del PRI hubiese sido imposible sin la fuerza y organización de los sindicatos.

Los militares como políticos y administradores públicos de la riqueza del Estado han sido falibles y equívocos, aquí y en todas las naciones, quizá con la excepción de Ike Eisenhower. El modelo militarista de los césares, a pesar de sus épocas de esplendor, terminó por tronar económicamente a Roma, y lo mismo ocurrió con Adolfo Hitler y José Stalin.

Todo lo anterior para sostener que intuyo que toda esa parte de administración pública que Andrés Manuel López Obrador decidió -ante la historia y en el umbral del vacío de las finanzas públicas- poner en manos de las Fuerzas Armadas (militares y marinos), no será exitosa, porque la administración simplemente no se les da, no cupo en su formación profesional, en su esquema de empatía y la necesidad de compartir los haberes, distribuirlos con sabiduría, sin pretensiones electorales ni complicidades.

Pero no, las exigencias económicas de los programas del bienestar obligan a otras consideraciones, y en ellas queda atrapado el futuro de la nueva Mexicana de Aviación, porque estará dedicada a dar lustre a la brillante idea del primer mandatario, para fomentar imagen de éxito sin importar costos. Operará en los linderos del subsidio y de la incomprensión de lo que establecen las diferencias entre empresa pública y privada.

La idea es que sirva de relanzamiento del AIFA, sin nada que le dé sustento económico y operativo reales.

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