Asilo político en crisis económica y de credibilidad
Gregorio Ortega Molina
*¿Qué puede hacerse por los migrante? ¿Cuál es la moral y humana obligación de los que dormimos en una cama y nos cubrimos del frío y alimentamos a satisfacción, ante los desheredados de la tierra, las víctimas de los gobernantes que se imaginan ser de izquierda y sólo son unos miserables dictadores?
El drama nos sobrepasa. ¿Cuántos miles o cientos de miles de seres humanos buscaron refugio en otras naciones, como consecuencia de las dos conflagraciones mundiales del siglo XX? ¿Cuántos son los que hoy se mueven huyendo del hambre, de la violencia, de la trata, en el esfuerzo de no dar con sus huesos en las fosas clandestinas?
Las fronteras sur y norte de México son un hervidero de angustias, llantos, súplicas, venta de cuerpos y tráfico de órganos… y desaparecidos. De ahí que quienes deseen vivir a como dé lugar, sin importar sacrificios ni sufrimientos, ya sea padecidos o infligidos, vean como una opción convertirse en sicarios o, al menos, en halcones. La prostitución de mujeres y hombres, de niñas y niños, es ya un paso que dan sin sentir. Quieren comer, dormir, vestirse, bañarse, salvar a los muy menores.
Me resulta imposible visualizar la ruta que siguen los haitianos para llegar al Usumacinta, o los norafricanos que desean llegar a Estados Unidos accediendo por Guatemala y México. Resulta incuestionable asumir que existe en operación una red internacional de tráfico de personas, sin importarles los destinos finales ni cuántos fallezcan en los trayectos. Los encierran hacinados, tan apelmazados como sardinas.
¿Qué puede hacerse por los migrante? ¿Cuál es la moral y humana obligación de los que dormimos en una cama y nos cubrimos del frío y alimentamos a satisfacción, ante los desheredados de la tierra, las víctimas de los gobernantes que se imaginan ser de izquierda y sólo son unos miserables dictadores?
La crisis económica de México obliga a replantearse la situación, porque resultará verdad que nada más unos pocos actuarían como verdaderos cristianos al ser capaces de darles su abrigo, y el gobierno únicamente verá su interés político, como lo hace el de Estados Unidos. Ni modo de compartirles el desempleo, la violencia, facilitarles la prostitución, cerrar los ojos ante los que se convierten en sicarios o delincuentes. Están las organizaciones sociales -tan abominadas por nuestro presidente-, pero resulta claro que son insuficientes para dar respuesta a tanto abandono, tanto reclamo, tanta ausencia de la divinidad, sea anglicana, judía, católica o genéricamente cristiana. Es de no creerse lo que hacemos con nuestros semejantes.
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