LA COSTUMBRE DEL PODER

Ley, libertad, empatía, sociedad: ¿actitud o compromiso? IV/V

Gregorio Ortega Molina

*No es en Los paraísos artificiales ni En busca del tiempo perdido como vamos a resolver los problemas individuales y/o colectivos. La vida, por más tiempo real, comunicación instantánea, inteligencia artificial de la que se disponga, sólo puede ser en sociedad, únicamente puede florecer en la empatía y en la autocrítica, para modificar nuestra actitud y enmendar ese comportamiento que tenemos para con la ley, que no es obligación, sí necesidad

El tiempo no es nuestro, pero la vida sí. Podemos disponer de ella con libertad, y para hacerlo requerimos de cierta actitud que no cualquiera posee. El suicidio dista mucho de equipararse a la disposición que puede hacerse de la vida en libertad. Equivale a huir de ella, no asumirla con compromiso ni deseo de llenarla hasta los bordes.

En la vida traté con dos suicidas. El último mensaje de uno de ellos es inequívoco, supo siempre de la bronca en que metía a la familia: “No toquen la pistola, no muevan nada, llamen al Ministerio Público”. Siempre consciente de la necesidad de observar la ley, asumir el compromiso de irse sin dejar culpables. Despedirse con esa actitud del humano que está seguro de la respuesta que espera.

Vivir implica aceptar lo que traen la razón y las debilidades o fortalezas físicas. El dolor tiene un límite, puede llegarse al umbral de la locura; así es como la inteligencia se obnubila y se pierde esa cordura tan necesaria para llegar al final.

¿Dónde la empatía individual y social con los enfermos o los disminuidos, o los que nacieron con el espíritu torcido y son perversos porque es su única manera de sentirse vivos, y son incapaces de darse cuenta de que así, en la vorágine de la maldad, los días dejan de serlo para convertirse en un caudal de horas que no pueden llenarse desde la cordura y las decisiones responsables? Se quiebran los espíritus, se pierde toda cordura y el tiempo se convierte en la cárcel de la que no puedes librarte si no haces daño a los otros.

No es en Los paraísos artificiales ni En busca del tiempo perdido como vamos a resolver los problemas individuales y/o colectivos. La vida, por más tiempo real, comunicación instantánea, inteligencia artificial de la que se disponga, sólo puede ser en sociedad, únicamente puede florecer en la empatía y en la autocrítica, para modificar nuestra actitud y enmendar ese comportamiento que tenemos para con la ley, que no es obligación, sí necesidad.

La empatía para lograrlo ha de descender desde arriba. Es el secreto del éxito de los evangelistas, de los profetas, del mensaje cristiano. El padre celestial es bueno, y todo lo concede si se deposita en él nuestra voluntad y confianza.

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