Ley, libertad, empatía, sociedad: ¿actitud o compromiso? II/V
Gregorio Ortega Molina
*Valdría la pena revisar las condiciones de empleo en las empresas de los hombres más ricos del mundo. ¿Parten y comparten, o sólo explotan a sus obreros, oficinistas, despachadores, pilotos aéreos? La justicia laboral y de prestaciones ante quienes hacen crecer sus fortunas, sería una actitud, no una imposición y mucho menos una obligación legal, pues las leyes están hechas para protegerlos
Ahora y debido al conocimiento de cómo se transmiten las enfermedades, cuando un mal menor puede adquirir la dimensión de una pandemia en un abrir y cerrar de ojos, pienso en cuáles pudieron ser los verdaderos motivos de la salida de Egipto.
En mi condición de creyente, no pongo en duda que Yahvé instruyera a Moisés para sacar a los hebreos de una nación que los expoliaba. No fue razón suficiente, y nos permite entender -la suposición- la errancia de 40 años en el desierto, antes de asomarse a la Tierra Prometida. Fue necesario deshacerse de los “contaminados”, que fallecieran consumidos por el deseo de llegar, que fuesen devorados por la arena. Es una actitud; siempre supieron que no podrían instalarse en su nuevo hogar sin dejar atrás las enfermedades.
¿Hace cuánto saben los humanos que con la vida no se juega? ¿Por qué, entonces, no actúan en consecuencia?
Previo al establecimiento de normas legales y coercitivas, debimos asumir el compromiso de vivir en sociedad, entre los miembros de la tribu, del clan, del feudo, del señorío. Para hacerlo así y sin avasallar el respeto al espacio ajeno, es necesaria una gran dosis de empatía, misma que le faltó al señorón de fiesta que se negó a ver a Lázaro, el mendigo, suspirar por las migajas de su mesa, las gotas de agua de sus copas. Careció de actitud ante la necesidad de socializar para vivir.
Convivir no requiere regalar, significa compartir en uno y otro sentido, porque podemos ofrecer de lo que tenemos -material, intelectual, cultural, afectivo- y a los de enfrente les falta. Sólo unos cuantos de los programas o proyectos filantrópicos lo logran, como ocurre con médicos sin fronteras, o las actividades de la UNICEF en pro de la infancia.
Valdría la pena revisar las condiciones de empleo en las empresas de los hombres más ricos del mundo. ¿Parten y comparten, o sólo explotan a sus obreros, oficinistas, despachadores, pilotos aéreos? La justicia laboral y de prestaciones ante quienes hacen crecer sus fortunas, sería una actitud, no una imposición y mucho menos una obligación legal, pues las leyes están hechas para protegerlos.
El problema real estriba en que compartir no es fácil, porque no es obligación sino una actitud ante la vida.
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