LA COSTUMBRE DEL PODER

Ley, libertad, empatía, sociedad: ¿actitud o compromiso? I/V

Gregorio Ortega Molina

*La limpieza es una actitud que nos conduce a la higiene en el convivir y en el proceder. Recuerdo que con insistencia nos repetían: mente sana, en cuerpo sano. Los cuerpos sin vida se corrompen y hieden. Lo mismo ocurre con las organizaciones sociales y políticas corrompidas: apestan y casi no respiran, se pudren, se caen a pedazos

El que gana en las contiendas -de todo tipo- la tiene más difícil que el perdedor. El derrotado sólo tiene un camino, el triunfador adquirió la responsabilidad de cumplir con las promesas ofertadas si desea alcanzar el éxito, de no hacerlo así caerá más bajo que el humillado, a menos de que mienta. ¿Cuánto vale hoy la palabra presidencial? El peso de su lengua en cobre.

Así es como nos percatamos de que vivir es más una actitud que un compromiso. Conservar las lecciones del pasado, asentar los pies en el presente y ver de frente al futuro. Estar siempre dispuestos, no temer a que las sensaciones a flor de piel -las que sean- nos devoren. Nada destruye más que rechazar las ofertas de vida plena… a la luz, porque lo negro -como en las novelas o lo aprendido en la narración que Martin Amis hace del estalinismo- es un placebo de hálito donde el corazón se detiene.

Cumplir con la ley -mil interpretaciones y diversas ramificaciones- dista mucho de ser una obligación ética, moral, cívica… es una actitud para preservar nuestro entorno familiar y social, de lo contrario lo que se impone es la autocracia, el autoritarismo salvaje que inhibe todo proceder humano que aspire a una libre manifestación del ser en plenitud, en ese concepto del 68 francés: prohibido prohibir.

¿Por qué es una actitud? La ley acota, marca límites, te indica cuál es el camino de la vida en sociedad, con el propósito de que asumamos nuestros destinos varios (individual, familiar, social, profesional) sin sentirnos coaccionados, con la certidumbre de que la responsabilidad de hacerlo así es por nosotros, incluso con el referente de la poca o mucha religiosidad que hayamos asumido como método de purificación, porque eso es la fe, limpiar la razón, el alma, el cuerpo… recuerden, si no, todas las prohibiciones e instrucciones hebreas con motivo de higiene.

La limpieza individual y del entorno, la salubridad, es ahora responsabilidad del Estado, que debe diseñar programas para la salud, sabedores, los gobiernos, de que la higiene personal es el primer paso para vivir sanos. La limpieza es una actitud que nos conduce a la pulcritud en el convivir y en el proceder. Recuerdo que con insistencia nos repetían: mente sana, en cuerpo sano.

Los cuerpos sin vida se corrompen y hieden. Lo mismo ocurre con las organizaciones sociales y políticas corrompidas: apestan y casi no respiran, se pudren, se caen a pedazos.

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