En estas vacaciones de verano, la Secretaría de Turismo invita a recorrer Michoacán a través de sus sabores de la cocina tradicional. El titular de la dependencia, Roberto Monroy García, destacó que conocer un destino a través de su oferta gastronómica, es otra forma de viajar y descubrir las claves que le dan identidad a un pueblo.
De la cocina originaria destacan los uchepos, corundas, atápakuas, toqueras, churipos, y caldos michi; así como atoles de grano y de chaqueta.
Entre los platillos imperdibles que se enriquecieron de la fusión con la cultura europea, podemos mencionar las carnitas de cerdo cocinadas en cazo de cobre, de gran reconocimiento a nivel mundial; la sopa tarasca; la olla podrida, tradicional de Ario que se guisa con varias carnes y verduras, que se enriqueció con el pulque tradicional de México; las enchiladas placeras con pollo frito en salsa de chile guajillo con ensalada de papa y zanahoria; y los charales fritos infaltables en la región Lacustre.
El Michoacán calentano también tiene identidad propia. De ahí son las cecinas de res tan apreciadas en el aporreadillo; la morisqueta, a base de arroz blanco con frijoles, acompañada con queso o carne de cerdo bañada en salsa roja; el frito de cerdo, las salsas de mango y de nanche; y la chimpa, que es un tipo de mole verde elaborado con pepitas de calabaza.
También existen postres con identidad michoacana. Destacan los ates con queso, chongos zamoranos, nieves de pasta, frutas y hortalizas cristalizados o en almíbares, mermeladas, buñuelos, amarantos y ajonjolí compactados con piloncillo, y los gaspachos morelianos.
En materia de panes, cada pueblo tiene un sabor personal. Infaltables son las trancas de Sahuayo; las quesadillas de Álvaro Obregón, o los frutos de horno de Tingüindín, y las empanadas de coco, de la Costa Michoacana.
En conclusión, gran variedad de platillos se puede saborear en la actualidad en cada casa, restaurante o cenaduría.