El ahorro de tiempo, trabajo y dinero suelen ser los factores que determinan la elección en la compra de nuestros alimentos; en dicho escenario, es relevante detenernos un instante y preguntarnos ¿qué impactos tienen esas decisiones en nuestras vidas?, ¿qué cosas sabemos sobre los productos alimenticios que elegimos? y sobre todo ¿habría opciones más saludables, económicas y sustentables a nuestro alcance?
Esta clase de preguntas sustentan líneas de investigación y acciones, que se llevan a cabo desde el Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la UNAM, en el Campus Morelia; la Dra. Esperanza Arnés Prieto, investigadora por México CONAHCYT, trabaja el concepto de Redes Alimentarias Alternativas, que estudia la conformación y organización de cadenas de producción, distribución y consumo de alimentos territorializadas y con características más saludables y sustentables respecto a las que nos ofrece el sistema agroalimentario convencional, altamente globalizado.
El sistema agroalimentario convencional es, a su vez, un entramado complejo de redes que, ha logrado una amplia eficiencia en procesos como la transformación, el almacenamiento o la distribución de alimentos, sin embargo, tiene costos y consecuencias, frecuentemente invisibilizados.
Dicho modelo alienta la sobreexplotación de recursos naturales, se basa en el uso de agroquímicos y perpetúa relaciones inequitativas entre los distintos agentes que intervienen en él.
Es habitual que, en este sistema, los actores preponderantes sean oligopolios o monopolios y aunque su dinámica asegure disponibilidad, inocuidad y accesibilidad, no necesariamente ofertan productos con calidad nutricional u otros valores agregados. Esa fue una de las razones que motivó la reforma, en el 2020, de la NOM-051 relativa al etiquetado de alimentos y bebidas en México, que obliga a los fabricantes colocar sellos de advertencia para el consumidor en productos con exceso de calorías, azúcar, grasas saturadas, grasas trans y sodio.
En oposición a dicho sistema, surgen las Redes Alimentarias Alternativas, centradas en construir relaciones equitativas entre productores, distribuidores y consumidores con un reparto de beneficios justo, alimentos con mejores cualidades nutricionales y menor impacto ambiental en su producción. En cuanto al costo, es común suponer que se trata de alimentos más caros que los que encontraríamos en un supermercado, sin embargo, depende mucho de la red y del producto, ya que pueden tener los mismos precios e incluso ser más económicos.
En México, no es tan complicado localizar dichas redes, podemos empezar por voltear la mirada a mercados alternativos, tianguis, expendios de barrio y la venta directa de productores y asociaciones, identificar el tipo de relaciones que se establecen en esos lugares, desde dónde vienen los alimentos que ahí se ofertan, preguntar cómo se producen puede ser un buen comienzo. Incluso, hay experiencias en las que los mismos productores se acompañan entre sí en una red de supervisión, para brindarle a los consumidores la certeza de que está adquiriendo productos de comercio justo, orgánico, libre de agroquímicos o producido bajo parámetros agroecológicos, son los llamados sistemas participativos de garantía.
Al mismo tiempo, las Redes Alimentarias Alternativas son espacios para la innovación social, en tanto que sus actores desarrollan nuevos mecanismos para ser competitivos, ampliar sus alianzas para optimizar el alcance de su distribución, sumar nuevos productos y, en definitiva, contribuir a la soberanía alimentaria, ampliando el abanico de opciones para reducir el impacto de nuestro consumo, una decisión que contribuye a nuestra salud y al cuidado ambiental.
Un ejemplo de estas redes en Michoacán es la Red Tsiri, formada en el 2009 y ubicada en localidad de Tzentzenguaro, municipio de Pátzcuaro; se encuentra conformada por campesinos purépechas que producen milpas (policultivos de maíz, frijol y calabaza) agroecológicas y, al mismo tiempo, promueven la conservación de semillas nativas; mujeres de distintas comunidades de la región que elaboran productos derivados del maíz de manera tradicional y un equipo de académicos, (CIGA UNAM y GIRA) trabajadores y voluntarios que hacen posible un sistema de producción, distribución y venta de productos saludables en Pátzcuaro y en Morelia.
Así, se promueve desde la investigación y acción participativa, que, en nuestro papel de consumidores, se fortalezca una escala de valores que considere aspectos más allá del ahorro de tiempo, trabajo y dinero. Finalmente, comer, es un acto político, nuestras elecciones configuran también un posicionamiento, una manera de ser y estar en el mundo y de situarnos respecto a la coherencia territorial y de los recursos; en la medida en que los consumidores consigamos una mayor sensibilidad en este aspecto, se fortalecerán a su vez las alternativas surgidas en oposición a modelos hegemónicos, como el mercado de los alimentos industrializados.