- Cierto, Xóchitl; fallaron partidos: sin representantes en 60% de las casillas
Martha Elba Torres Martínez
El profesor Enrique Olivares Santana fue uno de esos políticos del viejo PRI del que mucho aprendí como reportera, entonces, del diario El Nacional. Era secretario de Gobernación (1979-1982) y acostumbraba desayunar en La Tablita de las Lomas, a donde me invitaba cada vez que quería corregirme la plana: 1.- trabajar para el periódico del gobierno no implica caer en lo oficioso; 2.- un presidente entrante siempre tiene que superar en votos a su antecesor -López Portillo (1976-1982) había obtenido 17.6 millones y Miguel de la Madrid (1982-1988) 16.7 millones-. “No te ocupes de eso”, dijo sobre mi interés de armar mi nota a partir del comparativo; y 3.- siempre el organizador de algo, lleva ventaja.
Al margen de todas las historias negras que envolvieron a los presidentes del viejo PRI su misión desde el poder hegemónico era garantizar la continuación del partido en el poder y comenzaba con el sucesor. La maquinaria se encargaba del resto, la alineación de los sectores obrero, campesino, popular, la milicia; cooptar opositores y prensa, y desde luego, el fraude electoral. Porque aunque siempre ganaba el PRI, tenía que hacerlo cada vez con más votos en las urnas y carro completo. Eso si, eran respetuosos de su temporalidad y habiendo candidato ganador, se replegaban discretamente.
En esta versión del viejo PRI que es Morena, ciertas reglas se rompieron. Lejos de cederle los reflectores y darle espacio a su sucesora, López Obrador le ensaliva los cachetes ante todo mundo, le dicta ordenes desde la mañanera y le organiza la agenda: primero, la gira del agradecimiento, de último momento a Coahuila porque ya se encontraron los primeros restos de los mineros de Pasta de Conchos, que quedaron ahí desde 2006.
¡Mangos! que fue una imprudencia del todavía diputado federal, Ignacio Mier, adelantar que en septiembre se aprobará la reforma judicial, lo que ha provocado todo este desmadre con la fuga de capitales y la caída del peso. La presidenta electa tiene toda la semana tratando de tranquilizar los mercados financieros con la farsa del parlamento abierto y una encuesta -de esas que acostumbra Morena-, para saber qué opinan las y los mexicanos sobre el Poder Judicial. Pero nomás no le creen. Y menos cuando su “jefe” ya dio cerrojazo al tema: urge la reforma “y quedará en septiembre, el mes de la patria”.
El fondo del problema que nos pega a todos, 4 o no 4, es que vemos a un presidente saliente que no se quiere ir y una presidenta entrante sin esa fuerza, carácter, inteligencia, científica y con estatura de “estadista”, para imponer su nuevo e histórico rol. Como lo hizo el propio López Obrador ante Enrique Peña Nieto, apenas ganó las elecciones del 2018. Esa notable debilidad de Claudia es precisamente lo que preocupa a los mercados y tiene hoy al dólar arañando los 19 pesos frente a 16.70 con que cerró mayo.
Comprobado esta que la inmensa mayoría de votantes por la 4, lo hicieron por los programas sociales, pero hay razonables dudas de que tengan una idea clara del gran problema para la estabilidad financiera del gobierno, la flotación del peso y su impacto en las exportaciones e importaciones, la inflación y los precios de productos.
También sobre la reforma al Poder Judicial, el último reducto de contrapeso al autoritarismo presidencial y la desaparición de los últimos organismos autónomos como el INAI y el INE, por lo que las elecciones regresarán a manos del gobierno. Como en los tiempos del viejo PRI.
¿Quién va a invertir miles de millones de dólares -si hablamos de la relocalización o nearshoring- en un país donde el Estado de Derecho no está garantizado ni para empresas ni ciudadanos, donde se eliminan los organismos reguladores de competencia económica, se imponen leyes expropiatorias y el amparo se debilita para efectos generales?
Les preocupa a los inversionistas que México se convierta en una Venezuela o Cuba, sin contrapesos y con un Poder Judicial sin independencia y subordinado al presidente; “politizado” por el partido gobernante e “intervenido” por los verdaderamente potentados del dinero y el crimen organizado.
Cómo es posible que AMLO se dejara convencer por el corrupto y denostado en su país, Evo Morales. ¿Les suena esto?:
Como presidente de Bolivia, en 2006 hizo prácticamente una nueva Constitución; en 2009 decretó la elección de integrantes del Poder Judicial mediante voto popular y dos años después se eligieron los primeros jueces; la segunda camada fue en 2017 con una participación de apenas 5 por ciento de los ciudadanos.
De acuerdo a la norma de ese país, los siguientes juzgadores debieron elegirse en 2023, pero el actual presidente Luis Arce, busca dar marcha atrás a este absurdo, porque la corrupción es escandalosa en el Poder Judicial al ser los cárteles de la droga los primeros beneficiarios con los jueces a los que les fondearon sus campañas. ¿Esto quiere AMLO y Claudia para México? Esto es lo que alarma.
Por eso, Estados Unidos intensifica las señales de preocupación. La visita de Liz Sherwood-Randall, asesora de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, fue mucho más que para felicitarla por ser la primera presidenta de México; anteayer, el Departamento de Estado para América Latina la instó a que la reforma judicial respete las inversiones extranjeras previstas en el T-MEC.
“México es un país soberano que puede cambiar su marco legal cuando lo considere, la transparencia judicial es vital para los inversionistas tanto mexicanos como extranjeros, y particularmente los de Estados Unidos y Canadá”, externó el vocero Brian Nichols. Ayer fue la vicepresidenta, Kamala Harris, quien la llamó para hablar de migración, narcotráfico y comercio…
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Pero en lo que estaba.
La tercera lección que refiero del profesor Enrique Olivares vino acompañada de muchos recuerdos de cómo ganaba hace 60 años el PRI, a través de sus “mapaches”: carruseles, operativos tamal, los zapatos, urnas embarazadas, robo de paquetería, cooptación de opositores y votantes y desde luego, amenazas y hasta violencia física.
No hay dudas de que este 2 de junio fue una elección de Estado, muy bien organizada y estructurada desde la esfera del poder público y político -mayorías en las cámaras Baja y Alta y 23 gobiernos estatales y cientos de municipales-; con el control de los recursos económicos, de los flujos de información y los medios de coerción e intimidación a la crítica y la oposición.
Pero al margen de todo esto, hay una ventaja que el partido en el poder aprovechó -como en tiempos del viejo PRI- para servirse con la cuchara grande: la incapacidad de la coalición PRI, PAN, PRD y las redes ciudadanas “Xochitlovers”, para vigilar las 169 mil casillas con representantes de partido, y revisar minuciosamente que “servidores de la nación” y empleados de gobierno no participaran como funcionarios en centros de votación.
Esto puede explicar, desde mi mirada, tantas inconsistencias reclamadas por la oposición, como los zapatotes, fajos de boletas cruzadas a favor de Morena, la clonación de papeletas, en fin. Que estas irregularidades modifiquen el sentido de la votación, desde luego, pero la putiza pudo ser menor. Entonces, tiene razón Xóchitl Gálvez al afirmar que fallaron los partidos, por descuidos tan elementales como el que refiero. ¿Qué pueden alegar si no tuvieron “ojos” en todas las casillas para demostrar que se recurrió a los viejos recursos del chancullo?
El domingo 2 de junio, Morena fue el único partido que tuvo representantes en el 100 por ciento de las casillas; el Verde Ecologista logró una cobertura del 50 por ciento -y sí que aprovechó la ocasión para consolidarse como la segunda fuerza política en la Cámara de Diputados-. El PRI inscribió representantes solo en 42 por ciento de las casillas, el PAN en 40 por ciento y el PRD en 12 por ciento; mejor cubrió Movimiento Ciudadano el 25 por ciento y PT, 23 por ciento.
Así, igualito, se chingaba el viejo PRI a la oposición pero a gran escala.
El martes 11, en la rueda de prensa semanal, el dirigente estatal del PRD, Octavio Ocampo, aceptó que los partidos de la coalición Fuerza y Corazón por México no tuvieron la fuerza suficiente para enfrentar la elección de Estado, incluso en cuanto a recursos económicos.
En el caso de Michoacán, el PRD no pudo contar con representantes en todas las casillas. “No -explicó- por falta de gente, sino de recursos. Por lineamientos tenemos que reportar como gasto el pago por este servicio al militante; si bien se supone que se hace por convicción hay que registrarlo. Entonces, nos dicen en Nahuatzen que se tienen que ir a la cabecera Paracho: -Me voy a gastar mil pesos y en la tarjeta me depositan 500, ¿a qué voy por los 500? y mucha gente decidió no estar en las casillas, no porque no tenemos estructuras.
Ocampo Córdova reconoció que esto es parte de las muchas dificultades que mermó la votación a su favor. Puso ejemplos: en el cómputo distrital de Huetamo no aparecieron las boletas correspondientes a Tiquicheo; en Zitácuaro aparecieron boletas tachadas de Ocampo; en Puruándiro les perdieron 500 boletas y bueno, en Lázaro Cárdenas se grabó a esta funcionaria del INE con la mochila llena de boletas y las deposita. En otros municipios, como Tumbiscatío, no se nos permitió ya saben por quienes”.
El dirigente perredista dio a conocer que en el caso de que la Sala Superior del Tribunal Electoral confirme la pérdida del registro nacional, “inmediatamente comenzaremos con el trámite como partido local, pues somos el segundo en gobernar el mayor número de municipios y contamos con dos curules en el Congreso”. Lo mismo sucederá en Aguascalientes, Baja California Sur, Ciudad de México, Morelos, Estado de México, Oaxaca, Guerreo, Tabasco, Tlaxcala y Zacatecas, Sonora y San Luis Potosí.