Francisco Rodríguez
¿Será que ahora sí va en serio? Que el envío presidencial de Omar García a Culiacán fue para pacificar a las facciones del Cártel de Sinaloa ahora en pugna…
… ¿o para renegociar con ellos la participación del narco en la economía y, claro, en la política nacional?
No es fantasía. Porque México es ya considerado un narcoestado. Todos los gobiernos han fallado en toda la línea, en todos los frentes habidos y por haber en cuando menos restarle poder a la delincuencia.
La Federación sólo regentea un territorio en ruinas, atestado de males orgánicos, físicos y morales irresolubles, mientras los actuales detentadores del poder restablecen sus relaciones, en mejores condiciones, con los narcotraficantes y con los generadores de violencia.
La expresión narcoestado no es desafortunada ni ingenua. Literalmente, todo el mundo lo sabe. A ello obedece que nuestros vecinos estadounidenses y canadienses no sólo nos miren con recelo, incluso que anuncien acciones punitivas como lo han hecho Donald Trump y la mayoría de los integrantes de su futuro gabinete.
Nuestro aparato gubernamental –de alguna manera hay que llamarlo– tiene miedo de enfrentar al poder del narco, no sólo por el incremento de la violencia que de ello resultaría, sino por la pérdida de un socio y compinche que hasta ahora le ha resultado funcional a la llamada Cuarta Transformación.
Todo ello mientras la población indefensa está en el terror que provocan las bandas delincuenciales empoderadas.
Y hay que reiterarlo: México es de facto un narcoestado porque todas las actividades sustanciales del aparato son ahora dirigidas por las Fuerzas Armadas sometidas a los designios de los delincuentes, y porque nadie tiene para dónde hacerse, si no es obedeciendo la consigna de “plata o plomo”.
La economía nacional, el efectivo circulante en todas las actividades comerciales responden al mismo origen, ése que se gesta en la rapiña, el contubernio, la extorsión, el asesinato, las masacres y el tráfico de estupefacientes y detonadores químicos.
La mafia del poder cuatrotero, en la punta de la pirámide, responde a las mismas razones y exigencias.
Denigran al país y acaban con lo que queda
El narcotráfico, el narcoestado, la narcopolicía, las narcojudicaturas, la narcopolítica, el narcoejército, el narcopresidente son como la culebra que se muerde la cola. Un torbellino inacabable de putrefacción y oprobio que resguarda intereses de poderosos y ungidos de ocasión.
Y la señora Claudia Sheinbaum no está para atender asuntos tan poco rentables electoralmente, como la delincuencia organizada, los ajusticiamientos y ejecuciones que ya cobran más de un millón de muertos de Felipe Calderón para acá.
Lo suyo son los programas de asistencia que no han podido comprobar su destino, que no tienen reglas de operación, ni padrones comprobados, ni beneficiarios, ni requisitos. Que no se sabe hasta la fecha donde está el dinero, el Banco del Bienestar, quebrado. Pero eso es lo suyo.
Así es que adiós a la posibilidad de asustar a los “enemigos al grito de guerra” Trump y Justin Trudeau, adiós a la responsabilidad de velar por la seguridad, por la convivencia y la salud, adiós a toda acción del Estado para detener o insultar a los agresores de la tranquilidad, a los verdugos de la integridad personal, nacional y colectiva.
Sólo nos queda esperar a que desde las “mañaneras del pueblo” se ventilen los chismes de farándula, los oprobios entre los exquisitos, las reclamaciones boca a boca de los estultos, para que haya materia para seguir denigrando al país, para acabar de destruir lo que quede.
Estados Unidos metió a México en su negocio
Decomisos espectaculares aparte, como el reciente de fentanilo, no le hacen cosquillas a las organizaciones delictivas más antiguas y consolidadas del Continente americano. Las cantidades exportables de marihuana, metanfetaminas, cocaína y heroína son para el anecdotario de Ripley.
Se trata de un negocio que cuenta con expertos operadores, laboratorios, barcos, submarinos, aviones y helicópteros, además de armas para uso exclusivo del Ejército, sistemas de lavado de dinero, tráfico y conspiración con alianzas gubernamentales que rebasan cualquier concepto de previsión o de éxito siquiera parcial.
La batalla de quien siquiera lo mencione está condenada al fracaso de antemano, pues las bandas y los capos del trasiego de enervantes han sido consentidas desde que el gobierno del gabacho se interesó en el Triángulo Dorado de Chihuahua, Durango y Sinaloa para producir los opiáceos que funcionaran como analgésicos de sus muchos heridos de guerra.
El narco deslumbró a EPN y a AMLO
Gobiernos van y vienen desde hace cien años que se han repartido las prebendas del narcotráfico, unos en mayor medida que otros. Pero a partir del infame Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, paniaguado de los golpistas gringos, todo se hace para servirle al patrón, hasta provocar una guerra civil donde los muertos los ponemos nosotros y los beneficios les tocan a los valedores gabachos y sus capataces ternuritas de aquí del rancho grande.
A pesar de que se les ha advertido en todos los tonos que la guerra o lucha contra el narcotráfico, lo mismo que los “abrazos, no balazos” no ha producido más que cientos de miles de víctimas y desolación, los gobiernitos de Calderón, de Enrique Peña Nieto y de Andrés Manuel López Obrador se deslumbraron ante la puerta falsa de los beneficios inmediatos y cómodos del trasiego.
Las oficinas que supuestamente combaten al narcotráfico en esta localidad no son sino simples sucursales de cuarto talón de los capos yanquis que operan y deciden desde Washington, Nueva York, Chicago y Los Ángeles la suerte de los mexicanos y los niveles de inseguridad a que nos exponen. Sus caporales en este territorio obedecen sin chistar, sabiendo que son removibles e inmunes.
De lo que sí está necesitado el pueblo es de lo que ellos no tienen ni conocen: la honestidad en el ejercicio del poder, la verdad en la toma de decisiones, la transparencia en el usufructo de los dineros.
AMLO se comprometió a ello y nos falló tanto o más como lo hicieron panistas y priístas.
Esos sencillos requerimientos populares, más la estabilidad política y la confianza de la gente en sus mandatarios para arrasar con la corrupción, es suficiente para desde ahí hacer todo lo demás que se requiera en los aspectos técnicos o diplomáticos y financieros, en el resarcimiento del Estado cabal y digno.
Para que, ojalá, México deje de ser un narcoestado.
Indicios
Que no hay cambio de estrategia, dijo la presidente formal. “Hablamos de la coordinación como parte de la estrategia de seguridad. Entonces, para ayudar a la coordinación que existe a veces se requiere una coordinación operativa mayor. Entonces, estamos nombrando responsables en distintas zonas que nos ayuden a fortalecer esa coordinación, en algunos casos es un responsable Marina, en otros casos de la Guardia Nacional, en otros casos el Ejército, en otros casos la propia Secretaría de Seguridad Ciudadana. Y, como he dicho, la estrategia de seguridad va a dar resultados”, dijo Sheinbaum en su conferencia mañanera. Entonces, entonces y entonces sí hay cambio.
Por hoy es todo. Reconozco que haya leído este texto. Y le deseo, como siempre, ¡buenas gracias y muchos, muchos días!