Necesito una dosis de optimismo… ¿pero?
Gregorio Ortega Molina
*En medio de este desbarajuste social, de este esfuerzo por convertir a los mexicanos en lo que no somos, busco incesantemente una dosis de optimismo, que, según la doctora Sheinbaum Pardo, se disuelve en un golpe aguado, porque contrario a la prédica evangélica, no se hará la voluntad del pueblo, sino la del señor de Macuspana
Los anhelos por un buen gobierno y la reconstrucción del proyecto de nación, quedan disueltos en la ansiedad producto de la incertidumbre propiciada por la actividad política, la violencia, el creciente peso del narco en el ejercicio del poder y las decisiones económicas locales.
El ansia es arrolladora, avasalla todo supuesto de concordia, de reconciliación nacional, de contienda ética y con primacía para los pobres, en este asunto de reconvertir a los mexicanos en su manera de ser y comportarse, para adentrarse en la oportunidad de una cuarta transformación, pues desde la Independencia los postulados originales fueron preteridos por los proyectos personales, los sueños de convertirse en el gobernante del destino, señalado por el dedo de Dios, como se indica en el Himno Nacional.
No es un dilema de oportunidad, sino de voluntad. Corromperse dista mucho de ser tentado por un demonio específico, el del dinero, el poder económico, hacer lo que le da la gana al elegido por la diosa fortuna; no, corromper y corromperse tiene más relación con la conducta y la manera de ser que con un deseo pecuniario. Es trastocar y ser trastocado en la esencia misma de la moral íntima, personal, la que es unívoca porque así se nació, así se es.
Los corruptos no nacen, se hacen, pues la oportunidad de las 30 monedas llevó a Judas al suicidio, lo mismo que Canutillo es el antecedente de la Casa Blanca, o La Chingada, y ya veremos con qué nos sale la primera presidenta de la República.
Lo verificable, a pesar de la propaganda, es que hoy como ayer, produce asco y hastío. Con agravantes, porque los desaparecidos no abundaron, ni las muertes violentas, ni los fallecidos debido a las carencias y desestructuración del sector salud, donde desaparecieron el cuadro básico de vacunación. Asquean, porque mienten, hastían, porque se repiten de manera constante, obvia y majadera. El escenario es idéntico, sólo la voz cambia, una de mujer sustituye a la masculina.
En medio de este desbarajuste social, de este esfuerzo por convertir a los mexicanos en lo que no somos, busco incesantemente una dosis de optimismo, que, según la doctora Sheinbaum Pardo, se disuelve en un golpe aguado, porque contrario a la prédica evangélica, no se hará la voluntad del pueblo, sino la del señor de Macuspana.
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