Gregorio Ortega Molina
*Somos testigos inermes de cómo los integrantes del Congreso y los “especialistas”, nos llenan de explicaciones sobre el cómo y el por qué México debe morir, y lo aplaudimos. Adiós a la libertad y al proyecto de nación
Las imágenes y lo escuchado durante la primera sesión del Parlamento Abierto en la Cámara de Diputados, el jueves 27 de junio último, quedan para el registro de cómo un país decide suicidarse legal, constitucionalmente, para transformarse, otra vez, en dictadura perfecta. La galería aplaude y se muestra alborozada.
Insisto en lo afirmado hace un par de semanas: las instituciones creadas por el ser humano distan mucho de ser perfectas, pero lo que ahora se pretende no es modificar, corregir, perfeccionar, sino demoler. Con lo que hoy vivimos y pasmados aceptamos, adquiere su verdadera dimensión el título de la novela, o recuento, de Alejo Carpentier. Estamos ante El recurso del método. Así, aplaudimos la destrucción total de lo que fue un ambicioso proyecto de nación, siempre pospuesto debido a la mezcla de ambiciones personales y estulticia de nuestros gobernantes.
México pudo ser un gran país, quizá más adelante lo consolidemos, en otros 200 años, no ahora, cuando los recursos fiscales son la única imaginación y el exclusivo argumento de control político para administrar la voluntad de los gobernados. Insisto de nueva cuenta, los muertos de Vladimir Putin y Benjamín Netanyahu se exhiben en los cadáveres de sus enemigos, los de este gobierno son los de sus gobernados. De ese tamaño la anestesia que garantiza sumisión absoluta, ante la falacia de no mentir, no robar, no traicionar. El saqueo a México se hace con nuevos bríos e imaginación.
Hacemos agua como nación, como patria… quizá para comprender mejor lo que ocurre estos días en México, debiéramos evocar algunas de las novelas de Sándor Márai, en las que con pulcra exactitud nos narra el lento proceso de autodestrucción del imperio austro-húngaro; o buscar en las páginas de Los reyes malditos las coincidencias en el errático o mortífero comportamiento de la nobleza francesa y los políticos nacionales, tan orondos promoviendo la autodestrucción de lo que consideraron su hogar.
Es Márai quien explica el proceso de deterioro de la condición humana. La manera en que los gobernantes deciden aniquilar su propia patria y transformarla en algo indefinido, como hoy son Nicaragua, Venezuela, Cuba, Bolivia, El Salvador, Argentina.
“No conocías esa extraña pasión, la más secreta de todas las pasiones de la vida de un hombre, la que se esconde más allá de los papeles, disfraces y enseñanzas, en los nervios de cada hombre, en lo más recóndito, como se esconde el fuego eterno en las profundidades de la tierra. Es la pasión por matar. Somos humanos, para nosotros es ley de vida matar”. Matan a México.
Somos testigos inermes de cómo los integrantes del Congreso y los “especialistas”, nos llenan de explicaciones sobre el cómo y el por qué México debe morir, y lo aplaudimos. Adiós a la libertad y al proyecto de nación.
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