LA COSTUMBRE DEL PODER

Dar por válido el proceso electoral, o el mundo se nos viene encima

Gregorio Ortega Molina

*La tarea legal de los integrantes del TEPJF es sencilla y harto difícil, no pueden darse el lujo de sesionar noches y días, encerrados en el letargo que los sumió la 4T

Hoy, más que en las elecciones sucedidas después de 1988, la responsabilidad del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación es de dimensiones históricas y políticas, la paz social, el presente y el futuro dependen de que sus integrantes no se dejen apabullar por la voluntad presidencial para imponer un criterio ajeno a la norma legal.

Es cierto, calificar esta elección presidencial, como cualquier otra, no tiene plazo, pero la incertidumbre entre los electores, en el seno de la sociedad, crecerá en la medida que transcurra el tiempo y con la manera de comportarse en Palacio Nacional y entre los miembros del Tribunal. Ninguno de sus integrantes carga con la influencia política y anímica de la presidenta de la SCJN, lo que no puede asegurarse de la vista que -con todo y tutupiche- se cierne sobre ellos desde Palacio Nacional.

El antecedente de lo ocurrido en la contienda presidencial entre el Frente Democrático Nacional y el PRI no debe repetirse, porque todo se saldó en la quema de los paquetes electorales cuando estaban a resguardo de sus “celosos guardianes”: los integrantes de la Cámara de Diputados. Imposible que repitan una segunda edición, a pesar de la sombra de Carlos Salinas de Gortari, que hace mucho únicamente ve por sus propios intereses, pues México dejó de ser prioritario para él.

El fondo del problema es que el presidente Manuel Andrés López Obrador no atiende a la razón, sólo obedece al estímulo de sus emociones primarias y a su obsesión de reconocimiento aquí y en el mundo, porque es como Mohamed Ali: el más grande, el mejor, el único, y los irredentos mexicanos no tendremos otro mesías político equiparable al nacido en el pesebre de Macuspana.

No recapacitará ni cederá sino hasta que, de alguna manera, se percate de que, a pesar de haberse empeñado en repartir abrazos en lugar de disparar balazos, las manos, las suyas, las tiene cubiertas de sangre, porque él, Manuel Andrés López Obrador, debido al presidencialismo imperial, es el alfa y la omega en la responsabilidad de lo sucedido en México durante su periodo legal, lo que suceda después debe permitir que se lo apropie su sucesora.

La tarea legal de los integrantes del TEPJF es sencilla y harto difícil, no pueden darse el lujo de sesionar noches y días, encerrados en el letargo que los sumió la 4T.

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