- ¿Por qué le perdonan a AMLO tanta mentira, traición y robadera?
Martha Elba Torres Martínez
En parejas, entre familiares, amigos, socios y vecinos, la mentira, traición y robadera, resultan tan imperdonables que se cobran las afrentas con sangre y hasta la muerte. El mismo AMLO nada más no perdona la derrota electoral del 2006. Haiga sido como ahoga sido. Y hostiga y persigue. Su corazón es bodega repleta de resentimientos y odio. La masa ´chaira´ sigue sin perdonar al ´prianismo´ su corrupción. Su rabia es tal, que lo quiere bien requeté morido.
Entonces, ¿por qué le perdonan a López Obrador tanta mentira, traición y robadera, y todavía ratifican su consentimiento para que siga por el siguiente sexenio? ¿son las transferencias del Bienestar? ¿que les gusta o de plano no les importa que le mientan, porque de todos modos los políticos son así? ¿o saben que los engañan, pero deciden negarlo por conveniencia? La vieja historia de que la cornuda o cornudo es el último en enterarse.
Revisaba las encuestas de diciembre y enero de El Financiero, y AMLO sigue aprobado (56 por ciento) a pesar de su notable y verificable incumplimiento en seguridad -cerró 2023 con más de 170 mil homicidios dolosos-; salud -51 millones no tienen acceso a atención médica y medicamentos-; economía -nunca creció a 4 por ciento, por la pandemia, la caída fue de -8.2 por ciento-; gasolina -nunca bajó a 10 pesos y se controla el precio vía subsidios-; corrupción -70 por ciento de los contratos son por asignación directa, el saqueo en Segalmex-.
Seamos bien francos: ¿en qué beneficia a los pobres el AIFA y la aerolínea, el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas? Empresas estatales, creadas con recursos públicos, pero administradas por militares. En el remotísimo caso que dejen utilidades, ¿se repartirá entre el ´pueblo bueno´ o aquellos beneficiarios ocultos entre los que no dudo, este el propio López Obrador.
Según las encuestas de EF, 55 por ciento entrevistados describió los cinco años de gobierno del Presidente como “transformador”, 52 por ciento, como “exitoso” y 55 por ciento, como “esperanzador”. Pero cuando se contrasta con el desempeño de su gobierno, las cifras no tienen sentido: 76 por ciento reprueba la estrategia de seguridad, 64 por ciento la política económica y 65 por ciento la corrupción; un indicador interesante es que solo 51 por ciento califica de manera positiva los apoyos sociales.
Entonces, tenemos un AMLO muy chingón, bien querido y posicionado, pero su gobierno, saben hasta sus simpatizantes, que es una tiznadera. Aun así, con mentiras, traición y robadera, prefieren creerle con fe ciega. Millones -30, para ser exactos- le entregaron sus sueños por un cambio y promesa de meter a la cárcel y quitarles sus fortunas a los neoliberales y corruptos para “devolverle al pueblo lo robado”.
Terminará su sexenio, y Salinas, Fox, Calderón y Peña Nieto y todos sus secuaces, bien tirados de la pena. Neta. Se tendrán que conformar con Genaro García Luna en una prisión en Estados Unidos; la trácala de Emilio Lozoya es menor que la de Ignacio Ovalle en Segalmex y que los negocios de los López Beltrán a través de contratos con amigos. Pero una vez que se vaya a “La Chingada”, toda la caca va a salir. ¿Se atreverá Claudia Sheinbaum -si gana- a levantarla o la dejará correr? Vaya dilema, porque quedaría como tapadera y cómplice de la corrupción de su antecesor. ¿O qué, le echará la culpa a los neoliberales?
No ha habido presidente al que el país no le pase la cuenta. Lo hemos visto con los priístas y panistas. Y López Obrador ya lo ve y lo siente. Por eso, ese atrevimiento de pedir públicamente a los dueños de los poderosos medios Fórmula e Imagen, que “controlen” al periodista Ciro Gómez Leyva, porque como Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola, se ha convertido en “potencia” y ha acumulado mucho poder.
Esta práctica de pedir “la cabeza” de periodistas incómodos al presidente en turno, no es nueva, ha ocurrido siempre. Lo inédito en este caso, es que López Obrador lo haga a través de la “mañanera” y no en los privados de los directores. La razón es obvia: la amenaza no es para el comunicador al que vuelve víctima del régimen, sino a Fórmula e Imagen: controlan sus medios o los controlo yo. ¿Cómo? Desde el bloqueo publicitario oficial y privado, como sucedió con Proceso, hasta la revisión de las concesiones de telecomunicación “por interés público y de seguridad nacional”. Cómo me recuerda este episodio al golpe a Excélsior, en julio de 1976.
El Presidente quiere “lords Molécula” en todas las esferas mediáticas. No le basta con los bodrios ideologizantes que transmiten los canales de la radio y televisión estatales de tan bajo ratings; no le es suficiente La Jornada, porque cada día es menos consumida por su inmoral oficialismo.
Tiene cinco años pagando prensa palera y lisonjera, y nada más no puede. Y no puede porque las audiencias se mueven e integran a comunidades con las que se identifican. Y aquí, otro contrasentido en las encuestas de EF: un AMLO tan amado, como tan seguida y compartida la crítica hacía él y su gobierno.
Por eso, “llegan a ser líderes de opinión, y son los que reciben más dinero, ganan más y también son los que más desprestigian al noble oficio del periodismo”, dijo sobre estos periodistas. ¿Cuánto ganen? Otra vez: ¿a quién putos le importa? Los que reciben más dinero, son los medios y periodistas que están con el poder, y éstos sí son los que desprestigian al periodismo. Su “Lord Molécula”, sus moneros, Contra Línea.
López Obrador incumplió abiertamente el compromiso de “nunca jamás vamos a restringir las libertades, no va haber censura, no va haber persecución a nadie, se va a garantizar a plenitud la libre manifestación de las ideas, la libertad de expresión, la libertad de prensa. Este es el nuevo México, la patria nueva, por la que estamos luchando”…
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Pero regreso en lo que estaba. Las canijas encuestas que cifran cómo piensa la gente, pero no explican por qué.
Datos relevantes: de 96 millones de ciudadanos inscritos en el padrón electoral, 59 por ciento va a votar y ha decidido definitivamente por quién; 17 por ciento tiene una decisión, pero no definitiva y podría cambiar, mientras que 15 por ciento aún no decide su voto. Un atípico abstencionismo, por el 8 por ciento dijo que no le interesa votar. El estudio considera “voto duro” al 38 por ciento que esta completamente con Claudia Sheinbaum, mientras que 17 por ciento a Xóchitl Gálvez.
Si la candidata de la coalición opositora “Fuerza y Corazón por México” logra convencer a ese 32 por ciento de indecisos, ya chingó. Por eso será fundamental la propuesta y machacar sobre los abiertos flancos del obradorismo: las promesas incumplidas en seguridad, salud, economía y corrupción, y la carencia de una propuesta que renueve la esperanza en la 4T.
Hay preguntas básicas, bien elementales: ¿Qué tanto ha mejorado su vida? ¿ha perdido a un familiar, ser querido o amigo por el crimen organizado? En la pandemia, ¿perdió familiares por falta de atención y medicamentos? ¿Cree usted que tenemos un sistema de salud como el de Dinamarca? ¿El programa social es suficiente o requiere otros apoyos? ¿Usted cree que se puede vivir con 200 pesos en la bolsa? ¿Los candidatos por los que votó cumplieron sus promesas?…