Uno más… ¿Hasta cuándo?
José Sánchez López
ERAN las 13:45 horas del pasado martes, cuando el periodista MARCO AURELIO RAMÍREZ HERNÁNDEZ, de 69 años, salió de su domicilio en la calle Alhuelica, colonia Agua Blanca, Tehuacán, Puebla.
Abordó su automóvil Jetta, negro. Iba al centro de la ciudad.
Repentinamente, al estilo de la mafia colombiana, dos sicarios, tripulantes de una moto, se le emparejaron y le dispararon hasta en cinco ocasiones. Tres de los impactos hallaron su objetivo y el comunicador, con más de 50 años de una impresionante trayectoria en el oficio periodístico, fue mortalmente herido.
Tras la agresión el vehículo de MARCO AURELIO continuó su marcha y se impactó contra un árbol. Al llegar los servicios médicos ya no había nada qué hacer. El periodista estaba muerto.
Las frías estadísticas de periodistas asesinados le asignaron el número 63 de la mortal lista que registra las muertes de comunicadores en México en este sexenio.
El primer lugar a nivel internacional con muertes de periodistas, lo ocupó Ucrania, un país en guerra con Rusia desde principios de octubre de 2002, y el segundo, donde hay abrazos en lugar de balazos, le corresponde a México, con 63 hasta el martes 23.
En el 2019, 10 periodistas fueron victimados; en 2020, fueron asesinados 19; en el 2021 otros nueve, 2022, con 17 periodistas y trabajadores de medios muertos y en lo que va de este año, cuatro comunicadores más han sido ejecutados.
Los periodistas asesinados en lo que va de este 2023, son: Abisaí Pérez Romero, (Hidalgo); Ramiro Araujo Ochoa, (Baja California); Carlos Acosta, (CDMX) y Marco Aurelio Ramírez Hernández, (Puebla).
Estas cifras sitúan a nuestro país como uno de los más mortíferos del mundo para ejercer el periodismo, según el Comité para la Protección de los Periodistas (CPJ, por sus siglas en inglés).
En casi tres sexenios, el de FELIPE CALDERÓN, ENRIQUE PEÑA NIETO y el de ANDRÉS MANUEL LÓPEZ OBRADOR (todavía le faltan un año y siete meses), suman ya 260 periodistas asesinados.
Y mientras todo eso pasa, desde el púlpito de palacio, el presidente LÓPEZ se encarga de atizar todos los días la hoguera en contra de los que no piensan como él.
Desde luego que no se le puede acusar de jalar el gatillo o de mandar asesinar a alguien, pero de lo que sí se le puede responsabilizar es de sembrar la discordia, el odio, valiéndose de toda la fuerza y los recursos del Estado y, paradójicamente, de mantener una política blandengue contra la delincuencia que lejos de inhibir a los hampones los alienta a seguir porque gozan de una impunidad prácticamente
garantizada.
MATAR LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN, ES MATAR LA VERDAD.
AU REVOIR.
joebotlle@gmail.com