LA COSTUMBRE DEL PODER

El 26 de febrero la sociedad exigió reinventar la representación política y un proyecto de nación I/V

Gregorio Ortega Molina

*¿Cómo proceder, entonces, cuando buena parte de la sociedad exige, organizadamente, participar de las decisiones políticas, pero los partidos la han traicionado reiteradamente, y se carece de líderes? Pregunto de nuevo: ¿constitucional y legalmente estamos en tiempo, o el esfuerzo quedará aplastado por la voluntad de un solo hombre?

“Es cierto, se corre el riesgo de que se disuelva en la nada este ímpetu social que vimos el domingo si no hay una, dos o tres voces que aglutinen los esfuerzos y sin programa de futuro es lo mismo. Literalmente estamos ahorita en la tablita”, escribe una lectora en referencia al texto de Pascal Beltrán del Río publicado en Excelsior del último 28 de febrero.

¿Deben hacerse presentes ya los líderes ciudadanos? ¿Necesitan cobijarse con las mismas organizaciones políticas, tan desacreditadas por sus reiteradas traiciones a la sociedad? ¿Hay proyecto de nación para preservar esa libertad reclamada y, es cierto, pocas veces asumida con sus responsabilidades y consecuencias? ¿Estamos a tiempo de recuperar el concepto de patria y sepultar los demonios del autoritarismo?

Preguntas a las que es necesario encontrarles una respuesta que nos permita comprender, en su verdadera dimensión, el reclamo de esta buena parte de la sociedad. La responsabilidad es nuestra, debemos asumirla con el conocimiento de que buscar el éxito de la participación electoral y tener futuro tiene riesgos, porque como lo advirtieran después de las ejecuciones políticas de Luis Donaldo Colosio y José Francisco Ruiz Massieu, los demonios andan sueltos, y puede constatarse su peligrosidad en el número de muertes violentas y fosas clandestinas.

Un hecho es verificable. Las organizaciones políticas dejaron de representar a la sociedad. Sus siglas nada ofrecen, y quienes las encabezan únicamente lo hacen para obtener su parcelita de poder. Son felones con credencial, amparados en la inmunidad de ser miembros del Congreso Federal. Los integrantes de lo conocido como Familia Revolucionaria procedieron con cierto decoro, perdido por los sucesores, pues temen quedarse sin esa impunidad que les permite caminar por la vida con la frente alta, y esconder muy bien la cola entre las patas.

¿Cómo proceder, entonces, cuando buena parte de la sociedad exige, organizadamente, participar de las decisiones políticas, pero los partidos la han traicionado reiteradamente, y se carece de líderes? Pregunto de nuevo: ¿constitucional y legalmente estamos en tiempo, o el esfuerzo quedará aplastado por la voluntad de un solo hombre?

El desafío a la inteligencia y la voluntad de cambio es enorme. Quizá necesitamos la reedición del Frente Democrático Nacional, aunque el próximo 18 de marzo el gobernante casi divino se esfuerce por demostrar que la tiene más grande.

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