LA COSTUMBRE DEL PODER

La libertad es la que AMLO graciosamente concede

Gregorio Ortega Molina

*La única explicación posible es que Andrés Manuel López Obrador es su propia meta y fin. Él es su único objetivo, el mundo que domina, conoce y gobierna nació cuando abrió los ojos y dio el primer alarido, y es muy posible que cuando sus párpados se cierren de manera definitiva, el presidente de la República crea haber alcanzado la meta

*Es preciso señalarlo, el señor Andrés Manuel López Obrador, que juró guardar y hacer guardar la Constitución, desconoce los efectos y el peso de sus dichos. Él es -moral y legalmente- responsable de lo que suceda a la presidenta de la SCJN

Al presidente de México le gusta y le distrae el juego del tío Lolo, sobre todo porque un amplio porcentaje de sus seguidores se suman, le aplauden y le creen a pie juntillas. De la Cámara de Diputados sale la propuesta de multar a quien profiera injurias a Andrés Manuel López Obrador, y durante una de sus conferencias matutinas criticó y desechó la iniciativa. Sólo él da y quita.

Su actitud recuerda a Cyril Abercomby, el personaje creado por Michael Ende para su cuento La meta de un largo viaje. Todo lo que sucede en su entorno lo deja impávido. Desconoce lo que es empatía y nunca ha experimentado el sentido de pertenencia. Desea encontrar eso que ve en otros y su eminencia no comprende. ¿Qué puede tener un hogar para sentirse llamado por él? Ese vacío nos permite suponer el origen del nombre del rancho: La chingada, algo más que una copia del surgido de la mente de Roberto Blanco Moheno y descrito en Un son que canta en el río. Nada que ver con la explicación del uso del término que los mexicanos le damos, como lo refiere Octavio Paz en su Laberinto de la soledad.

La única explicación posible es que Andrés Manuel López Obrador es su propia meta y fin. Él es su único objetivo, el mundo que domina, conoce y gobierna nació cuando abrió los ojos y dio el primer alarido, y es muy posible que cuando sus párpados se cierren de manera definitiva, el presidente de la República crea haber alcanzado la meta, para darse cuenta que no se movió de su lugar, de ahí su miedo a los viajes al extranjero, al diálogo, a ofrecer y compartir empatías, que es la única manera de hacer uno con los gobernados.

Sus seguidores y quienes lo adoran, ven exactamente lo mismo que los testigos del cuento de Ende, sólo una silueta a través del balcón (¿el central de Palacio?) que levanta la mano, pero nunca se sabe si es para despedirse, ofrecer la bienvenida, o sólo gritar en silencio: ¡aquí estoy, no me olviden!

“Quien ha de mentir convincentemente por fuerza ha de conocer la verdad, y él nunca se había interesado por ella”, reflexiona Ende en el cuento referido. Es el problema con nuestro presidente de la República, nunca se ha interesa por esa verdad que desprecia. Es Cyril.

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Norma Lucía Piña Hernández se le juega a diario, y no es porque su chamba sea de alto riesgo, sino porque el presidente de la República le puso el dedo, y nunca faltan ofrecidos para aplacar la ira del tlatoani.

Es preciso señalarlo, el señor Andrés Manuel López Obrador, que juró guardar y hacer guardar la Constitución, desconoce los efectos y el peso de sus dichos. Él es -moral y legalmente- responsable de lo que suceda a la presidenta de la SCJN.

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