“¡Pobrecito de México, qué lástima le tengo!”…
Jorge Hidalgo Lugo
En el país donde tomó carta de naturalización la máxima de “quien no tranza no avanza”, cunde el desencanto social que no alcanza a entender cómo puede ser posible que ante tantas evidencias de latrocinio y corrupción que enlodan a Andrés Manuel López Obrador, se mantengan las aguas tranquilas y los “opositores” enmudezcan sin aprovechar la ocasión para sepultar en su propio fango a quien engañó con su mantra de “no mentir, no robar, no traicionar”.
Con la catarata inagotable de elementos probatorios que han surgido desde que se publicaron los primeros contenidos de la información reservada, confidencial, con carácter de secreto de Estado incluso, luego del hackeo a la Secretaría de la Defensa Nacional, sólo en un país como el nuestro, bajo el ilusionismo mediático del hiptonizador de serpientes, prevalece una tensa calma pero los abusos de poder no disminuyen.
Balbuceantes, algunos actores del PAN y PRD en el Congreso de la Unión se atreven a fijar posicionamientos, que son sofocados por los lacayos de quien se jacta de ser inmune a cualquier ataque porque lo protege el pueblo “bueno y sabio” al que le entrega limosnas periódicas a través de sus programas asistencialistas, a cambio su abyección absoluta y defensa a ultranza cuando se requiera, como es el caso.
No sólo son los temas que por cientos, surgen de las tarjetas informativas que forman parte del archivo ya no confidencial del Ejército Mexicano, sino a la par, la publicación del libro que describe con precisión y avala con pruebas testimoniales, la forma en que el predicador de la “Pobreza Franciscana” obtuvo millones de pesos desde la acera de la disidencia.
Productiva y enriquecedora actividad con qué se vendió y engañó, como la única y última esperanza para acabar con los latrocinios desde el poder que han generado millones de mexicanos en pobreza y pobreza extrema, cifras que en vez de disminuir, se multiplican con celeridad ahora con la transformación de cuarta desde Palacio Nacional como antes lo hizo el PRIAN desde Los Pinos.
Primero los pobres, fue una de las proclamas que le dejaron un posicionamiento brutal entre la feligresía que compró sin réplica, la falacia de ser un hombre que nunca utilizó tarjeta de crédito, ni tuvo cuenta bancaria o chequera.
Es el mismo que presumió contar con un billete de 200 pesos en su raída cartera, mientras su corrupto pasado lo ubica en las zahúrdas pestilentes de la corrupción y chantajes con que vivieron él, su pareja y sus hijos.
“El dinero lo sacaban de las arcas del Distrito Fe¬deral, principalmente de los impuestos de los habitantes de la urbe, de distintas secretarías, de la Asamblea Legislativa y de órga¬nos descentralizados como el Metro y la Red de Transporte de Pasajeros”, consigna en su libro “El Rey del Cash”, la periodista Elena Chávez, en uno de los párrafos de ese relato imperdible por su valentía y precisión de datos documentados, con respaldo informativo y testimonios.
Relatos del poco conocido Andrés Manuel López Obrador quien “pasará a la historia como uno de los símbolos más complejos del gatopardismo mexicano” y que en cualquier circunstancia habría puesto a temblar al aludido, pero que en el México actual no es el caso ante la cobardía y entreguista actitud de quienes creen que haciendo mutis, serán perdonados de todos sus pecados veniales y pillerías, por el mesías tropical.
Compendio de obligada lectura y reproducción que sólo a la clase política en general, le pasa de lado, no le presta atención, evade y hasta omite utilizar, con tal de seguir en su estado de confort, en este perverso juego de construir un país narco militar, en el que presupuestan seguirán gozando de sus riquezas mal habidas y vender al oficialismo tiránico, su dignidad y principios, si es que alguna vez tuvieron.
Como sus antecesores, está evidenciado, “el tabasqueño también ha robado, usando para ello a un grupo de testaferros que dieron y siguen dando la cara para protegerlo”, consigna en otro de sus párrafos la obra en referencia y lo peor es que puede darse el caso que los “opositores” sean ahora quienes salgan en defensa del denunciado y así defender la chuleta con alta cotización como se ha demostrado en el putrefacto PRI y sus hampones dirigentes.
“Los personajes que aparecen en este libro son los operadores del presidente. Ninguno es pobre, le quitaron a la Ciudad de México millones de pesos para cumplirle a su jefe, pero de paso también se sirvieron con la cuchara grande. Puedo asegurarles que aquellos a quienes López Obrador colocó en su gobierno presidencial saldrán millonarios de los cargos que hoy ostentan. Son operadores con mucha experiencia en el manejo oscuro del dinero”, cita la escritora.
Y no se necesita esperar hasta que culmine el sexenio para darse cuenta lo que es el exceso patrimonial que atesoran ya no sólo los más cercanos, sino los beneficiarios del abuso presidencial investido en una argucia transformadora, que arroja camadas inacabables de nuevos ricos a cambio de la destrucción de un país que se quedó indefendible y postrado ante los embates del poder, con que se conduce el presidencialismo imperial encabezado por López Obrador y secundado por los floreros que Morena tiene en calidad de “gobernantes” en diferentes entidades del país.
Abuso de poder, pruebas que debieran ser de reclamo inmediato para exigir cese el atropello y salga el tirano de su palacete, pero que en cambio parecen destinadas a formar parte del absurdo cotidiano con que los mexicanos todos, figuran estar resueltos a sobrevivir aun cuando el destino les dibuje en el horizonte, más historias de opresiones y narco terror.
Bajo este escenario, solo resta parodiar a José Rubén Romero, el escritor michoacano que dio vida a Jesús Pérez Gaona, el inolvidable Pito Pérez:
“¡Pobrecito de México, qué lástima le tengo!”…
Vale…